A diferencia de su prima lejana, el Alien de Ridley Scott, la saga Predator no se ha prodigado tanto en cine. Conformándose con la original de 1987, que enfrentaba al letal cazador alienígena con el rudo Arnold Schwarzennegger. La urbanita secuela que aportaba más pinceladas a la mitología del personaje en los noventa. Habría que esperar hasta 2010 para ver la aislada (e infame) Predators. Y entre medias nos encontramos con los entretenidos crossovers contra los Aliens. Cierto que el Predator también cuenta con diversos cómics que amplían la franquicia. Pero al igual que las entregas de Alien Vs Predator se consideran fuera del canon oficial. Por lo que solo contamos con las otras tres películas citadas a las que ahora se une la titulada sin más Predator.
Hay algo de poético en que sea Shane Black el encargado de dirigir esta nueva entrega. El director formó parte del comando de la película original de John McTiernan. Esta vez, es el encargado de devolver al cazador intergaláctico a la gran pantalla y hacerlo (re)encontrar con el gran público.
Predator no sorprende con su premisa. Que vuelve a enfrentar a un grupo de humanos contra la criatura. Pero Shane sabe jugar bien sus cartas y ofrece una entretenida y endiabladamente divertida entrega que termina por desmerecer del todo a la olvidable Predators.
Se agradece mucho el sabor ochentero que desborda esta película. Y es que no es por nada que nos encontramos con el mismísimo Fred Dekker co-guionizando el film. Aquel que nos regaló Una Pandilla Alucinante, insufla este proyecto de esos nostálgicos aires. Lo que, combinado con el buen hacer de Shane en cuanto acción y comedia, termina por ofrecer este estupendo resultado al que se le añade el gran aporte de Henry Jackman. Quien recupera las sintonías originales y trabaja a partir de ellas para entregarnos una sugerente BSO.
Destaca bastante el componente humorístico de la propuesta. Algo que es tradición en la filmografía de Black. Pero se amolda a la perfección con el ADN de la franquicia al encontrarnos con un humor más gamberro y negro. El gran exponente de esto son Los Lunáticos, el grupo protagonista que se enfrenta a los Yautjas. Una suerte de divertidos y enajenados Monster Squad capitaneados por Boyd Holdbrook, quien recoge bien el testigo de Arnie y Glover con su irreverente antihéroe. Entre medias nos encontramos con una impostada Olivia Munn. Y un prometedor Jacob Tremblay al servicio del preocupante tic del director de enquistar a un niño con peso argumental en la trama.
A pesar de que esto sacrifique bastante el tono terrorífico que podíamos encontrar en las dos primeras entregas, no impide que Black sea fiel al espíritu de la saga y no se corte a la hora de mostrar la sangre y violencia que trae consigo el Yautja.
Son los añadidos de Black y Dekker a la mitología de la criatura las que más problemas me causan en la valoración de la propuesta. De ser solo meros acompañamientos a la trama general exclusivos de esta entrega, me resultarían más aplaudibles. Pero no creo que ayuden de querer continuar la saga. Y menos con ese socorrido cliffhanger en el que se pierde una oportunidad de oro de llegar a canonizar incluso los versus contra los Aliens de Scott.
Por otra parte, nos encontramos con un "Predator Supremo" que, a pesar de no cantar tanto en su recreación digital (pero suerte corren sus sabuesos) y suponer algo de variedad (menos extrema que la vista en Predators), deja patente el natural gusto por quedarnos con el Predator creado con la magia del maquilla y los protésicos.
Todo esto es perdonable cuando uno entra en el juego de Black y Dekker y goza del bestial divertimento que supone Predator. Un grato respiro para la franquicia (si comparamos con la de palos que ha recibido la de Alien), que nos regala una de esas películas de acción cafre que tanto se echan de menos y de las que Shane Black sabe tanto (no dejéis de visionar su Dos Buenos Tipos).
Lo Mejor: Su espíritu ochentero y no cortarse con la sangre.
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