Let’s grindhouse, baby!
Cabeza de ciervo,
de Francisco Miguel Espinosa, no
es un libro. Es el libro.
Cabeza de ciervo te
da un palazo en el cráneo, te deja tirada en la cuneta de una secundaria de
mala muerte y te remata con un disparo a bocajarro en la sien. Si creéis que
exagero es porque todavía no lo habéis leído. Coged un trozo de hígado crudo,
un pedazo de la Norteamérica profunda, un rollo de película vieja y metedlo
todo en la trituradora. ¡Voilà! ¿Qué tenemos? Cabeza de ciervo.
Secuencias
largas, densas. sudorosas. Ésas son las buenas, especialmente cuando están
narradas en un primerísimo plano. Tan corto que te estampas contra ellas una y
otra vez, igual que si la cámara hiciera zooms imposibles página sí y página
también. La fotografía es una maravilla -los libros no tienen fotografía. ¡Ya!
Pues éste sí, y muy lograda-. Según lees, no es que te imagines las escenas, es
que pasas a ser parte ellas. Te metes en la novela y apareces detrás de una
pantalla de cine, detrás de una capa plana con textura de negativo velado. Ves
los rayones típicos de una película de los ‘70, los salpicones de sangre con
ese peculiar tono rojo falso sin el que nos sentiríamos defraudados. Aquí todo
es en alta definición. Te acercas a las imágenes hasta tal punto, que de los
poros faciales de los protagonistas ves supurar un hilo de grasa líquida. Eso
es bueno, muy bueno -y asqueroso-, porque significa que el ambiente está más
que logrado. El libro rezuma de pies a cabeza un ambiente grindhouse. Es una delicia para los amantes del exploitation setentero leer una
película. Tal cual lo describo.
El
lenguaje es tan crudo como cabría esperar. Otro apartado bien hilado. No podía
ser de otra forma. Uno de los requisitos para que un libro suba nota es la
consonancia. Si no sabes poner las palabras al nivel de la historia, estás
muerto. Pero aquí todo parece estar cuadrado. No hay escenas metidas con
calzador, páginas de relleno ni rodeos innecesarios que te saquen de la trama.
El
asunto de los personajes requiere mención aparte. Esto no es un libro con
personajes. Es un libro de personajes. Porque la cosa va de que te metas en las
vidas de esos tipos tan retorcidamente bien diseñados y te anticipes -o lo
intentes- al siguiente movimiento. Y sí, el autor te mete. Te mete de lleno en
su día a día, en sus cabezas. Sabes cómo piensan y cómo van a reaccionar. Y
cuando alguien abre la boca, lo reconoces a la primera de cambio, porque tienes
su tarjeta de visita guardada desde el principio. Como trajes confeccionados a
medida, así son los personajes.
Cabeza de ciervo es una
novela sádica, con una trama sádica y un desenlace aún más sádico. Si la
narración y las descripciones son buenas, no os digo nada de la genialidad de las
escenas. El departamento de creación de ideas se ha ganado su sueldo con
creces. Encontraréis situaciones surrealistas e impactantes, pero tan bien
descritas que os dejarán los pelos de punta.
La
guinda del pastel. Abres el libro y echas un vistazo a la tipografía, al diseño de los capítulos, a
la estructura… y piensas: «¿A quién le importa de qué trate?» Lo compras sí o sí, porque ya te han
dejado claro lo que tienes entre manos. Un libro al más puro estilo grindhouse.
Con
el permiso del autor, «esto
se parece más a un matadero en hora punta que a una crítica constructiva». Algo que me ha gustado hasta
la saciedad: sus dos famosas muletillas. Dos muletillas esenciales que dejan
huella. Los que sabéis a qué me refiero, ya sabéis a qué me refiero.
En
resumen: leed Cabeza de ciervo. Yo lo
haría, y Tarantino y Rodríguez también. Los tres os lo recomendamos. Es una maldita
obra de culto.
3 comentarios:
Una de mis lecturas patrias pendientes. Tendré que ponerle remedio más pronto que tarde :)
Estupenda reseña, Liss.
Estoy tan empanada que me pensaba que era una película xD
Genial reseña, pinta muy bien :)
La verdad es que ésta novela pinta genial, la pondré en mi lista de futuras lecturas.
Excelente reseña, preciosa 😊🐙
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