¿Os acordáis de mi
reportaje sobre el Boom Film and Comic que se celebró hace un tiempo en Vigo?
Asistí a la presentación de la adaptación al cómic de una novela apocalíptica
ambientada en la ciudad olívica. Y como estaba presente el autor, me atrevía a hacerme con
un ejemplar firmado. Lo cierto es que he tardado demasiado en leer esta
novela... y no, no ha sido por falta de tiempo.
Nos encontramos ante la
opera prima del autor, que parece que se ha decidido por una practica que se da
mucho en la literatura de género en nuestro país. Y es esa de probar suerte la
primera vez con una novela Z. Que conste que no critico esta práctica que puede
que llegue a realizar un servidor. Pero no se puede negar que con ella, la mayor parte de las veces, solo se
consigue una especie de pastiche de algo que ya se ha leído mil veces.
Pues sí, estamos ante
otra novela Z. Pero que empieza de la forma más brutal, eso sí. Ya que en la primera
página se desencadena el apocalipsis. Así, sin vaselina, el protagonista
despertará con el mundo comenzando a ser invadido por no-muertos. Claro está,
hasta que se encuentre con los militares de turno (aunque estos nos costará
creernos que sean militares) y lleguen a la isla
de Toralla, dónde instalarán su refugio. Y ya. Lo cierto es que poco más hay que comentar sobre esta novela.
Los personajes son
meros esbozos. El autor apenas los construye. Y el protagonista no es una
excepción. De hecho, ni se molesta en darle un nombre (nunca se nos
llega a revelarlo con exactitud) lo que no hace más que aumentar la sensación
de que es más un maniquí que una persona de carne y hueso. Además, el autor se
ha esmerado en convertirlo en una enciclopedia viviente, lo que le hace ser aún
más insoportable. Los demás personajes lo convierten automáticamente en el líder, y es que parece increíble que
sigan tan ciegamente a una persona de la que ni saben ni su nombre (por no hablar
de la pedante y forzadísima relación entre el protagonista y Áurea que ni llega
a consumarse). Eso sí, hay un detalle que ha encantado y es cuando el protagonista se pone a buscar información en internet que les pueda ser de ayuda. Un puntazo de genialidad.
Si creía que en
Apocalipsis Island los diálogos eran forzados, en El Último Día tenemos doble
ración, ya que nuestro protagonista se pondrá a dar verdaderos coloquios (y
soliloquios) en cualquier momento de este apocalipsis Z. Y los otros
supervivientes se hablan de una manera que es difícil de creer en tal
situación, la verdad.
Claramente, el principal
motivo por el que me hice con la novela era por el hecho de estar ambientada en
mi ciudad natal. Y es que, imaginarse las calles, carreteras, parques,
locales... de tu ciudad por los que paseas a diario, infestados por zombis, es
algo puramente emocionante y que supone un gran reclamo. Preguntarle a Alfonso Zamora y su novela De Madrid al Zielo,
que ya lleva unas cuantas ediciones gracias, sobre todo, al hecho de haber
ambientado su particular historia Z en la capital. Y en el caso de Vigo, ya
hace muchos años que Manel Loureiro con su increíble Apocalipsis Z: El
Principio del Fin comenzó su famosa trilogía en esta ciudad de excelente manera. Por lo que no me
esperaba menos con El Último Día a la hora de aprovechar este escenario... Por
desgracia, J. P. González López no lo hace. Estaremos más tiempo en la isla de
Toralla que en el resto de la ciudad. Y cuando hagamos nuestro particular tour
no pasará de eso. Apenas nos pararemos en zonas de la ciudad ni se aprovecharán
a la hora de la acción. Eso sí, me gustó el detalle de poner unas cuantas
ilustraciones representativas de las zonas más famosas de la ciudad. Cosa que
ayudará a todo aquel que no sea de la ciudad y que se atreva con la lectura.
Hablemos ahora de los
zombis. Cosa en la que El Último Día podría haber destacado bastante. ¿Por qué?
Pues porque los muertos vivientes de J. P. González López son silenciosos. Nada
de los clásicos delatores y enervantes gemidos guturales de los que hacen gala
los típicos podridos. Y ya estaréis diciendo "Leñe, los personajes están
jodidos, entonces"... Pues no mucho. De hecho, estas criaturas no
supondrán una verdadera amenaza hasta las últimas páginas de la novela (pero de
ese final ya hablaré después), siendo un verdadero desperdicio. ¡La de cantidad
de escenas inquietantes y de suspense que el autor podría haber plagado la novela
de haber querido!
Ni los zombis son tan
amenazantes, ni encontraremos los típicos villanos humanos que podría parir el apocalipsis Z de turno. De hecho, me atrevería a señalar al protagonista como un
verdadero psicópata. Ya no solo por deshacerse de los no muertos recitando
galimatías como un demente, sino que además incluso finiquita a una tripulación
entera por haberle hecho un rasguño... Es gracioso que Áurea piense que está
loco pero que ni se le pase por la cabeza deshacerse de él como se hizo en las
primeras páginas con un personaje que no estaba ni la mitad de mal que el
protagonista...
Con un grupo principal
de supervivientes tan sosos, esperaba que apareciesen al menos un par de
jugosos fichajes de cualquier incursión a la ciudad. Pero ha sido increíble descubrir
que solo encuentran a un vejete en un barco y a otro par de militares con los
que solo se comunican por radio una mísera vez. Es increíble que los únicos
supervivientes sean ese grupo abocado al desastre.
¿Y el último día que da
título a la obra? Pues como todo, resulta decepcionante. Un final apresurado en
el que el autor decide aprovechar de una vez el número de no-muertos de la
ciudad (que aumenta, ya que en esos días se celebraba la vuelta al mundo a vela
y un derbi Celta-Coruña... todo muy oportuno, vamos) y que nos regala la última
frase digna de grabarse en las lápidas de la pareja protagonista.
Para rematar el asunto,
hay que hablar de la cantidad de erratas, falta de guiones y separación de
párrafos sin sentido que no hacen más que dificultar la lectura. Y este punto
si que no se lo paso ni al autor ni a la editorial, que aunque sea todo lo
modesta que quieran, han tenido toda la poca decencia de ni molestarse en
corregirla y maquetarla decentemente. Pero eso sí, los dieciséis euros hay que
apoquinarlos con sumo gusto...
Sí, puede que suene
todo muy duro. Y entiendo que al autor puedan dolerle estas palabras. Soy el
primero en saber que toda obra supone un trabajo. Pero tiene que entender
también, que su obra va a acabar en manos ajenas. Y aunque es cierto que no va
a contentar a todo el mundo, lo menos que podría conseguir es que la lectura
sea amena (incluso divertida). Con esos dieciséis euros podría haber vuelto al
cine a ver Mad Max: Furia en la carretera o habermelos fundido en unas copichuelas
con los colegas y me habría divertido y los habría aprovechado más.
Desde aquí, animo al
autor a que le de un verdadero lavado de cara a su obra. Ya no solo
ortográfico, sino que se atreva a reconstruir a sus personajes y situaciones y,
sobre todo, a sacarle todo el partido posible a esos zombis silenciosos.
Es una pena, pero lo
cierto es que no recomendaría a nadie El Último Día, ni siquiera a los
iniciados en la temática Z. No se perderán ni se encontrarán algo digno de
mención. De todos modos, puede que algún lector vigués llegue a disfrutarlo.
1 comentarios:
Lo he dejado porque no soportaba seguir leyendo el libro( las faltas de puntuación,la ortografía ...me ponen de mal humor.).Totalmente de acuerdo con tu crítica.
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