La mujer conduce su coche por las
tranquilas calles de ese apacible barrio residencial situado a las afueras de
la gran ciudad. Da una última calada a su cigarrillo mentolado y lo arroja por
la ventanilla, mientras exhala el fresco humo en graciosas volutas danzantes.
—Y en otro orden de noticias, la
policía acaba de hallar esta madrugada el cuerpo sin vida de Veronica Fletcher,
de veinticuatro años de edad. La reciente autopsia acaba de revelar que la
causa de la muerte ha sido estrangulamiento. Con esta, ya son cinco las
víctimas halladas en tales circunstancias en lo que va de mes. Lo que hace creer
a la policía estar enfrentándose a un posible imitador de Charles Lee Ray, el
famoso “Estrangulador de Lake Shore”, fallecido el…
Marge trastea con el dial hasta dar
con una emisora que emite una animada canción discotequera que está muy de moda
últimamente. Consigue así acallar la insoportable voz del locutor y la terrible
noticia de la que está dando parte.
A medida que se acerca al ciento
dos de Apple Street, unos eufóricos gritos infantiles y unos coloridos globos
atados en el buzón de la casa, delatan la celebración de una fiesta de
cumpleaños.
La mujer detiene el coche. Antes de
abandonar el vehículo, recoge del asiento del copiloto una bolsa de la compra.
Se dirige hacia la puerta de la casa y timbra dos veces, esperando hacerse oír
por encima de todo el estruendo que producen las pequeñas e incontrolables
criaturas que aguardan en el interior del inmueble.
La puerta se abre, revelando el
rostro de una agotada mujer que roza los cuarenta.
martes, 2 de septiembre de 2014
Good Guy por Rubén "Reaper" GonzáleZ
—¿Qué tal, Sharon? ¿Cómo va todo en
el Infierno? —pregunta Marge en tono jocoso.
—Anda, calla y entra. Llegas justo
a tiempo. Jimmy está a punto de cortar la tarta.
El interior de la casa es un verdadero
caos. Las dos mujeres logran llegar sanas y salvas a la cocina tras esquivar a
un buen número de chiquillos hiperactivos, cuya única preocupación es la de
divertirse.
—¿Qué tal te va viviendo sola? —le
pregunta Sharon a Marge cuando logran estar a salvo tras los muros de la
cocina.
La mujer ya sabe a lo que se refiere
su amiga.
—Si estás preocupada por mí por
culpa de esos asesinatos que se están produciendo por los alrededores de mi
piso, puedes estar tranquila. Vuelvo a casa antes de anochecer y no abro la
puerta a nadie durante la noche.
—Ya sabes que si quieres, puedes
quedarte en esta casa el tiempo que quieras. Tenemos una habitación libre todo
el año y…
—No hace falta, pero gracias por la
oferta. Sé que siempre puedo contar contigo —dice mientras posa su mano en el hombro
de su amiga— . Y dime, ¿cómo van las cosas con Tim?
Su amiga lanza un suspiro de
fastidio antes de responder.
—Fatal. Sigue escurriendo el bulto
y ya me debe dos meses de la manutención de Jimmy. El lunes a primera hora,
pienso hablar con mi abogada.
—Tranquila, ese tipo siempre ha
sido un descerebrado. Y desde vuestro divorcio está más perdido que nunca. Ya
verás como ese cabeza de chorlito entrará en razón.
Marge contagia su sonrisa a su
abatida amiga, quien agradece en esos momentos tener a su lado a esa gran mujer
que siempre ha estado a su lado en los buenos y malos momentos.
—¿Y donde está el cumpleañero?
Tengo aquí una cosita que le va a encantar —dice mostrando a su amiga la misteriosa
bolsa de la compra.
—Pues está pasándoselo estupendamente
con sus amiguitos. Pero no te preocupes, que ahora los traigo a todos —dice
Sharon, mientras saca de la nevera una apetitosa tarta de chocolate. Abre la
puerta de la cocina, hace altavoz con sus manos y vocifera a la marabunta
infantil— ¡Todos a la cocina! ¡Jimmy va a apagar las velas de su tarta de
cumpleaños!
En menos de diez segundos, la
cocina se llena de niños que se pelean por los asientos más cercanos al
cumpleañero y a la magnífica tarta.
El pequeño Jimmy saluda y abraza a
Marge antes de sentarse en su asiento de honor. Mientras, su madre, coloca una
vela en forma de alegre seis en el centro de la tarta que Marge enciende con su
fiel mechero.
Las luces se apagan de repente y la
tenue llama de la vela ilumina parcialmente el rostro del muchacho. Todos los
presentes, menos el homenajeado, entonan a coro la conocida canción que se
suele cantar en estos casos. La canción termina y su madre le dice al oído al
pequeño que pida un deseo. Cuando este lo ha decidido, sopla con todas sus
fuerzas, extinguiendo la débil llama y prorrumpiendo en un gran aplauso con el
que se celebra el nuevo año de vida del pequeño Jimmy.
Sharon empieza a cortar la tarta en
pequeñas porciones que va repartiendo entre los impacientes chiquitines.
Quienes devoran el dulce manjar con una saña similar a la de los buitres cuando
se abalanzan sobre los carnales restos abandonados por los satisfechos leones.
Marge, también se sirve un trozo de
tarta que degusta poco a poco. Y, como siempre, alaba el talento innato que
demuestra su amiga en la cocina.
Cuando todos tienen el estómago
lleno de tarta, toca el turno de entregar los regalos. El momento que Jimmy
lleva esperando todo el día. Uno a uno, todos los invitados van entregándole
multitud de paquetes de diferentes tamaños y envueltos en papeles de vivos
colores, que esconden regalos que arrancan más de una sonrisa al pequeño.
—Toma chaval, espero que te guste —dice
Marge cuando le toca el turno de entregar la bolsa de la compra que llevaba
custodiando toda la tarde.
Jimmy introduce el brazo derecho en
el interior de la bolsa y saca de ella un bulto envuelto, claramente con
prisas, en papel de regalo de Winnie the Poo. El bulto parece imitar una figura
humana en miniatura. Concediéndole todo el aspecto de una momia muy festiva.
Todos los presentes observan con
intriga, como Jimmy va rasgando el papel y revelando aquello que se oculta tras
la alegre envoltura: una poblada cabellera naranja, unas mejillas surcadas de
pecas, un gracioso peto decorado con adorables motivos…
—¡Es un Good Guy! —exclama el
cumpleañero, mientras abre tanto los ojos que parecen amenazar con caérseles de
las cuencas— ¡Mira, mami!
La mujer no cree lo que están
viendo sus ojos. Y cuando los demás niños y su hijo (quien lleva en alto el
muñeco) abandonan la cocina, se encara hacia su amiga y le pregunta.
—¿De donde lo has sacado? Ese
juguete lleva semanas agotado. Me he recorrido las jugueterías de media ciudad
tratando de encontrarlo.
—Es un secreto —responde Marge,
mientras coloca su dedo índice en los labios y emite un suave siseo.
Por supuesto, Marge no le revela a
su amiga que encontró ese muñeco, justamente esa misma mañana, junto a los
contenedores que se hallan al lado de su edificio de apartamentos. Descansando
sobre varios periódicos abiertos en las páginas en las que se informaba de los
asesinatos de aquel posible imitador de “El Estrangulador de Lake Shore”. La
mujer decidió hacerse con él, al acordarse del cumpleaños del pequeño Jimmy.
Obviando aquella macabra coincidencia (¿Por qué solo podía ser eso, no?). Lo
recogió, lo lavó, y lo envolvió en papel de regalo.
Unos nerviosos tirones en el
pantalón de Marge, sacaron a la mujer de su ensimismamiento. El dueño de
aquella manita no era otro que Jimmy, quien sujetaba con la otra mano a su
nuevo compañero de plástico.
—Tía Marge, ¿y este Good Guy sabe
hablar? —pregunta mientras levanta por encima de su cabeza el juguete.
—Pues solo hay una manera de
saberlo, canijo —responde, preguntándose si el muñeco tendrá en su interior las
pilas.
El pequeño aprieta la barriga del
Good Guy, como ha visto hacer miles de veces en los anuncios de televisión, y tras
una insoportable espera en la que la cara del niño se ensombrece, el muñeco
abre los ojos y gira rápidamente la cabeza hacia Jimmy y las dos mujeres.
—Hola, soy Chucky, ¿Quieres jugar?
2 comentarios:
Espectacular relato.
Muchísimas gracias, nos alegra que te haya gustado :) ¡saludos!
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