miércoles, 10 de septiembre de 2014

Crítica: El Asesino de Muñecas, por Elizabeth Thor

El Asesino de Muñecas (o la gloria casposa pop y psicodélica cañi del 1975) es una de esas películas que si entras al juego, te enamoras de sus numerosos fallos y defectos. Pero sobre todo del actor David Rocha, que hace de Paul, el protagonista.
Su director, Miguel Madrid, no fue la primera vez que se metió en la caspa castiza, ya que dirigió Necrophagus (1971), que ya comenzaría a moverse por ese mundillo y endurecer su cara de cemento armado.

La trama relata la historia de Paul, el hijo del conserje de un famoso parque francés que, tras quedarse solo en casa, comenzará a cargarse a toda moza que paseé por sus dominios. Con tan solo empezar la película, el mismo protagonista te explica la enfermedad mental que sufre, un toque más de la pedantería del señor Madrid, que dirige la película bajo el seudónimo de Michael Skaife.
Lo primero que nos hace llevarnos las manos a la cabeza, y no solo una vez (creo que yo lo hice más de una, y es que es increíble, no me lo podía creer), es Rocha.
Ya que David Rocha es un actor que sobreactúa (si no sabéis hasta ahora qué significa sobreactuación, éste actor es una muestra de ello pero a lo bruto), que sufre espasmos delirantes y no deja de dar gritos en cada fotograma que aparece, a veces hasta podía con mi paciencia.
Supone el debut de este actor que después veríamos en El Retorno del hombre lobo (1981) y Las aventuras de Enrique y Ana (1981), con una filmografía no mucho más larga, siendo estas, las películas destacadas. Después, Rocha se dedicaría al doblaje y daría voz a Macgyver a finales de los 80 y principios de los 90.


Madrid es incapaz de sacarle esa fuerza gótica que posee el Park Güell y que tenía tanto potencial al principio. La película intentaba ser un misterio a lo Hitchcock  y pero se hundía sin remedio con cada fotograma.
Los asesinatos son pocos, el gore es al más puro estilo de Herschell Gordon Lewis, donde cantan los maniquís y la sangre es una cantosa pintura roja. Lo de los maniquís es otra de las obsesiones de nuestro asesino y así es como ve a las mujeres que le rodean. También forma parte del truco y del impacto final de la película.
Podría ser que Madrid se adelantara de alguna forma a Lusting y su Maniac (1980) o solo fuese casualidad. Tenemos una historia de amor entre Paul y la hija de la duquesa, que si Rocha sobreactúa a gritos, la chica es lo más flojo del film.
Impagable que a medio de la película, como si de una de Bolliwood se tratase, aparece un grupo de música que se lía a tocar una canción cañi pop de los 70, ese momento nos traerá a las dos nuevas victimas del protagonista, ver para creer, y que se encuentra al mismo nivel que la aparición del chino karateca de Mil gritos tiene la noche (1982) de Juan Piquer Simon.
Como dije, es una experiencia única en el fantaterror español y su época dorada, solo por poder ver una película tan fallida y una interpretación como la de Rocha, es fascinante.

Curiosidades:

-La hermana de David, Lupe Rocha, hace un pequeño papel en la película.

-Aparece José Ruiz Lipante, actor mítico del cine de terror español de los 70

Lo mejor: DAVID ROCHA, es la estrella de la función y la sobreactuación del actor es puro arte.

Lo peor: Las escenas en la que no aparece DAVID ROCHA, verle actuar es amarle.

Descubre sus historias en: Elizabeth Thor Mundos por Escribir 

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