Los
vidrios rotos crujen una vez más. Los mocasines manchados de aceite irrumpen y
se detienen en el estrecho círculo de penumbra que le rodea. Alza la cabeza
unos milímetros, lo justo para dirigir una húmeda y borrosa mirada a los
pantalones de su fan número uno. Una mano helada limpia con delicadeza el hilo
de sangre que le cuelga de los labios. A continuación, esos dedos afilados
penetran hasta las raíces de su barba, se aferran, se enredan, empujan. Las
miradas se cruzan en contra de su voluntad.
Su
fan número uno sonríe como un tiburón. Tras sus anticuadas gafas de montura de
concha no hay atisbo de remordimiento, ni de ninguna emoción conocida.
—Cántala
otra vez —sisea.
Siente
el cuchillo insinuándose en su melena, señalando sus piercings sanguinolentos,
rascándole el tatuaje del cuello. Abre la boca, fuerza un gorgoteo áspero
parecido a una nota. Es incapaz de recordar cuánto tiempo lleva atado al mismo
oxidado sillón, obedeciendo los caprichos de ese lunático.
—Baaaby... yyou’re so... cl... clos... e... —entona.
Un
tajo surca su mejilla.
—¡Esa
no, la otra!
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2 comentarios:
Gracias, chicos!!!!!
A ti, esperamos verte pronto de nuevo merodeando por nuestros pasillos ;)
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