Cheshire Smile by oliviaserio (DeviantArt)
Pum, pum, pum. Rachel Matherson notaba los incesantes golpes
contra la puerta una y otra vez. Estaba sentada apoyada en ella, abrazando a su
pequeña Penny, y con un gran cuchillo en la mano. La diminuta cocina cuadrada
parecía un lugar enorme desde esa perspectiva. Los azulejos anaranjados y
blancos y los muebles de color madera clara que antes le resultaban acogedores,
se habían vuelto aterradores ante lo que les acechaba afuera. La luz estaba
apagada, y por la ventana situada a su derecha había un poco de claridad
gracias a la luna llena que llenaba la habitación de sombras. Las cortinas
color crema danzaban espectralmente con la brisa nocturna. Hacía mucho viento,
y una rama arañaba la ventana.
—No te preocupes cielo, todo irá bien. —Cogió el rostro redondo
de la pequeña entre las manos y le acarició las mejillas. Un rayo de luz
iluminó sus aquellos enormes ojos azules.
Rachel no estaba segura de que esa cosa, fuera lo que fuera,
las dejara en paz. Penny reclinó su cabeza en el pecho de la madre, y Rachel le
acarició el espeso pelo castaño. A diferencia de ella, su hija tenía el cabello
más claro, y con sólo cinco años parecía una hermosa muñeca de porcelana.
Seguía notando los golpes en su espalda, cada vez más
fuertes. Pum, pum, pum. Pum,
pum, pum. Llevaban una media hora escondidas allí, pero ese aquel ser hacía ya mucho que las encontró. Rachel cerró
los ojos deseando que todo aquello fuera sólo una pesadilla, pero sabía
demasiado bien que era algo que llevaba tiempo espiándola, esperando su oportunidad;
y ese momento había llegado. Estaban las dos solas. Peter, su marido, se
hallaba fuera por trabajo.
Pum, pum, pum. «Maldita sea, ¿y ahora qué hago?», miró a su alrededor,
no había escapatoria. La ventana era demasiado pequeña para poder salir por ella.
Nada les iba a servir contra eso, ni siquiera el cuchillo que había cogido al
atrincherarse allí, pero el notarlo en la palma de su mano le daba un
sentimiento de falsa seguridad.
«Joder… Joder… ¡Joder!» Estaba desesperada. Miró al techo, la
lámpara justo en el centro, ya no funcionaba, como el resto de aparatos
electrónicos de la casa. Los móviles no daban señal. Se encontraban aisladas
del mundo.
Y todo ocurrió en un segundo, casi sin darse cuenta. Se hallaban
en el dormitorio principal cuando todo empezó aquella noche. Las dos se habían
tumbado en la cama, Rachel con unos viejos pantalones tejanos y una sudadera, y
Penny con su pijama blanco de estrellas plateadas. Veían una película infantil
en el televisor de la habitación principal y reían mientras un lobo cantaba una
alegre canción. De pronto, tanto la televisión como las luces se apagaron y la
oscuridad las engulló. Penny chilló asustada, como todo niño temía la
oscuridad, pero a ella también le aterraba. Sabía lo que aquello significaba.
Desde hacía unos meses, todas las noches sentía unos ojos
clavados en ella. Mientras dormía, cuando iba a ver a Penny a su cuarto,
mientras cocinaba y su hija dibujaba a su lado... Siempre siguiéndola entre las
sombras. El vello se le erizaba y miraba a la negrura de la habitación donde se
encontrara en ese instante, y a pesar de no ver nada, sabía que allí había
algo. Pero lo peor había llegado una noche de fuertes tormentas, una semana
antes de acabar encerradas en la cocina de su propia casa, donde acabaron
durmiendo los tres juntos en la misma cama. Rachel se despertó en mitad de una
pesadilla sobre tinieblas. Al acostumbrarse a la oscuridad de la habitación
observó que algo negro y grande estaba sobre ella. Sus ojos, dos pozos rojos de
sangre la miraban, y le mostró sus dientes afilados en una sonrisa macabra. El
ambiente era frío incluso para ser otoño, y estaba cargado de un olor
putrefacto que le provocaba arcadas. Esa cosa sacó una lengua viperina y se
relamió los dientes mientras la contemplaba. A pesar de que parecía tener la
consistencia del humo, su peso no la dejaba moverse. Rachel gritó de terror y
Peter encendió la luz rápidamente, pero el ser había desaparecido. Penny se
asustó y se puso a llorar, y su marido le dijo que se calmara, que seguramente
era la continuación de la pesadilla que estaba teniendo, pero ella sabía que no
era así. Los días sucesivos a aquel incidente siguió sintiéndose vigilada a
todas horas. Intentaba no quedarse nunca a oscuras, y empezó a dormir en el
sofá o en la habitación de Penny para que su marido no le recriminara la luz
encendida. Aun así nunca se sentía segura. Escuchaba ruidos en las paredes;
golpes y susurros en cuanto el cielo se volvía negro. Estaba nerviosa,
asustada, y nadie podía ayudarla.
Pum, pum, pum. Los constantes golpes contra la puerta no
cesaban, y sabía que no lo harían hasta conseguir lo que quería. Las tenía
atrapadas, y al recordar lo ocurrido antes de encerrarse allí, supo que el ser
las había llevado hasta la cocina dirigiéndolas por toda la casa. Cuando las
luces se habían apagado, escucharon arañazos detrás de las paredes. Se quedaron
en silencio unos segundos, paralizadas por el miedo, y Rachel notó un aliento
gélido contra su cuello. Cogió a Penny a toda prisa de la mano y fueron hacia
el piso de abajo pisando los peldaños de la escalera lentamente. Cuando
llegaron al último escalón, intentaron llegar a la puerta pero los muebles se
movían a su paso, impidiéndolas llegar hasta la salida y empezaron a correr. Ese
ser estaba jugando con ellas, y Rachel tenía miedo de sus intenciones. Y de
pronto, se encontraban encerradas en la cocina, sin ninguna escapatoria. Pum,
pum, pum. El ruido no la dejaba pensar y no sabía que hacer. Su pequeña seguía
contra su pecho, y de tanto en tanto temblaba de miedo. Rachel entendió que debería
ser fuerte y no demostrar miedo ante ella.
—Tengo miedo, mamá. —Penny sollozaba entre sus brazos.
—No debes tener miedo princesa, mami está aquí y no dejaré
que te ocurra nada malo. —La abrazó con fuerza dejando el cuchillo en el suelo.
Pum pum, pum. El ambiente empezó a llenarse de ese
desagradable olor que había notado la vez que vio a ese ser. La temperatura
descendió y esa diferencia hacía que saliera vaho de sus bocas. Los golpes
cesaron súbitamente y Rachel dejó escapar una lágrima que se deslizó por la
mejilla, sabía que estaba dentro. Sintió un fuerte escalofrío, debían de salir
de allí y rápido. Penny seguía abrazada a ella.
—Cariño… —Rachel hablaba en susurros —. Tenemos que salir
deprisa de aquí antes de…
—Me aburro —Penny cortó a su madre con tono burlón y la
miró.
Rachel se quedó paralizada. La luz de la luna iluminó la
estancia. El rostro de su hija, dulce e inocente, tenía ahora un aire de
maldad. Penny se alejó de los brazos de su madre, se puso frente a ella y ladeó
la cabeza.
—Al principio me he divertido, pero ya me aburre, todo el
rato aquí fingiendo —su voz sonaba extraña, lejana.
—¿Qué? ¿Pero qué…? —Rachel no sabía que decir. Su pequeña,
su niña, ya no era ella.
Apoyó una mano en la puerta para levantarse, no tenía
fuerzas. La bombilla de la cocina se encendió e iluminó toda la habitación
haciendo que Rachel parpadeara varias veces. Penny la miraba; sus ojos estaban
perdiendo su color azul y se tornaban rojos.
—Hahahaha pensabas que eras tú todo éste tiempo, ¿eh? Me lo
he pasado bien acechando a tu hija y viendo como tú estabas cada vez más
asustada. Ella ni se daba cuenta de lo que quería, pensaba que era su amigo
imaginario. Pero tú, tú me tenías auténtico terror. Hasta me presenté ante ti,
para que vieras a lo que te enfrentabas.
—¡¿Qué eres tu?! ¡Deja a mi hija en paz! —Rachel la
zarandeó y Penny empezó a reír histéricamente.
—¿Acaso crees que me intimidas, mujer? Soy un demonio y ella
ya no está aquí. —Se apartó de Rachel y dibujó una siniestra sonrisa con sus
labios rosados—. Gracias por la diversión, pero el juego ha terminado.
Rachel notó un fuerte dolor en su estómago. No sabía cuanto
hacía que Penny había cogido el cuchillo. Puso sus manos sobre el vientre para
detener la sangre, pero la niña arremetió con cuatro puñaladas más. Rachel
estaba atónita, siempre pensó que era a ella a quién vigilaban, a quién
acechaban, pero no había caído hasta ese momento que siempre que sentía esa presencia,
Penny estaba a su lado.
—Lo has comprendido bien ahora, ¿eh zorra? Ella es mía, su
alma es mía, y tú…tú estás muerta. Salúdala de mi parte en el infierno.
Rachel estaba ya sentada en el suelo cuando Penny le dio una
última puñalada directamente en el corazón. La sangre manó con fuerza, y la que
antaño había sido su hija sonreía mientras ella se desangraba ante sus ojos.
2 comentarios:
¡Terrorífico relato! :)
Muchas gracias :)
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