Ilustración Zdzisław Beksínski |
Cuando tomó (tomaste) asiento en ese tren, jamás imaginó (imaginaste) el desenlace.
~
Tras la búsqueda de plaza, se
acomodó con su móvil y cascos, cuaderno y bolígrafo, libro y ojeras. Presto
para acometer el enésimo viaje de ida o regreso, siempre los confundía. Unido a
su habitual e imprescindible relato de tren. Las costumbres.
Pintaba bien.
Hasta que llegó la señora.
Inmensa y mayor. De permanente
recargada, pelo tieso, imitación de un rubio oxidado y perdido eones atrás. Con
un tufo mezcolanza de cientos de aromas muertos y colonias caducas superpuestas
por capas. Con ropajes rosas pero no cálidos.
Le preguntó desde su altura,
impertinente y ronca:
— ¿Tú eres 4D?
Sin esperar (tú) respuesta,
añadió, aún más borde y torcida:
—Yo soy 4C.
Y se dejó caer en el asiento.
~
El tren sufrió terremoto y
bajó en altura varios centímetros. Los viajeros saltaron y aterrizaron leve. El
mundo botó y retumbó.
Miró la mujer mal a su
alrededor, ofendida con todo y todos. Buscando culpables y más culpables de
algo.
Intentando a la vez, sin
disimulo, ajustar su descomunal pandero al asiento, acto cuasi imposible.
La gente temía mirar tan
dantesco evento. Los dos pasajeros de asientos enfrentados, sintiéndose casi a
salvo por no ser su pareja de lado, pero demasiado cerca para celebrar.
Ella invadía el espacio con su
presencia.
El olor de la señora empezó a retransmitirse
por el vagón. Las personas fingían dormir con muecas de asco, esperando
liberación en ello.
Mientras, la mujer seguía
incómoda e incomodando. Repartiendo desquiciádamente su volumen. Agitándose.
Robando huecos.
El hombre del cuaderno (tú) intentó
hacerse fuerte. Ganar terreno. Afianzar el reposabrazos anteriormente
conquistado.
Pero se sentía intimidado.
Tenía que retroceder. Para evitar el contacto.
Miró, mientras la señora
seguía con su atención clavada en él, 4D, su compañero y acompañante
involuntario. Su nuevo no amigo. Sin hablar. Sin pronunciar sonido. Sólo los
ojos fijos. Hediendo…
Buscó el pobre otro asiento
libre. Nada. Ya lo advirtió en la entrada. Tren lleno. Tren completo. Más con
ella que antes.
Y tomó la peor de las
decisiones, quizá por contagio:
Abandonar a su amigo el
insomnio y tratar de dormir. Para hacer el viaje más breve y llevadero (en vez
de escribir una historia sobre el tema y robarle importancia añadiendo humor).
Así cayó al abismo, más fácil
de lo previsto y acostumbrado.
Demasiado f
á
c
i
l
…
~
Pudieron ser minutos u horas
pero, cuando despertó, todo había cambiado.
Sintió una opresión.
Asfixiante. Con todos los sentidos. Corporal, sonora, olfativa y de mal gusto.
Apenas podía ver.
La señora, lo que antes era
una señora, se había expandido.
Ahora ocupaba las cuatro
plazas.
Él(la) se encontraba aplastado
contra la ventana, bajo olas de chicha, pugnando porpreservarse.
“¡Lucha por respirar!”
Los ocupantes de enfrente ya
habían sido absorbidos por la masa informe, deforme, creciente. Apenas se
adivinaba brazo o pierna inerte bajo ella.
No había ya cara, sólo carne
enfundada en fucsia. Y olor. Ese olor.
Tenía que salir de allí…
~
Intentó trepar, única opción.
Agarrar los compartimentos de equipaje en la parte superior. Aferrarse con
todas sus fuerzas por la vida. Tirar de sí mismo con brazos y espíritu. Hacer
palanca con sus piernas sobre blando o cualquier dureza.
Sobrevivir.
Estaba comprimido. Envasado al
vacío. El aliento se despedía.
Nada de rendirse.
Consiguió un hueco. Un mínimo
espacio. Resquicio de esperanza.
Y subió.
Para pisotear después esa masa
bulbosa que antes fue una señora. Compacta y dispersa, elástica y gruesa de
sebo. Pegajosa, cartilaginosa, empalagosa…
Sus pies se hundían en ella
como arenas movedizas, esponjosas y podres. Tenía que seguir moviéndose, en
zapateado rápido. ¡YA!
Más rápido
¡MÁS RÁPIDO!
¡¡¡MÁS RÁPIDO!!!
~
Estancado, cerca de hundirse
como un barco en naufragio, tuvo idea. Rodó. Temiendo pasar a ser parte. Rodó y
saltó con cuerpo orientado. Saltó como y con lo que pudo.
Y escapó de la presa. No
cayendo muy lejos. No cayendo muy bien.
Entonces, al contemplar,
entendió.
Los pasajeros estaban
durmiendo.
Cloroformados, sin duda, por
el escandaloso y enfermizo almizcle.
Y la MagmaSeñora estiraba sus
zarcillos para alcanzarlos a todos. En fusión simbiótica alimentaria.
Dilatándose.
Para ocupar cada espacio vacío
y volverse propio. Llenarlo. Llenarse.
Para consumir y devorar.
Ambas puertas estaban
clausuradas por epidermis rosada y supurante.
Sin salida.
Y el proceso se aceleraba…
~
Cargó contra una de las
membranas de salida, una de las barreras, intentando romper la telaraña de
pulpa.
Imposible. Tan frágil como
resistente.
Golpeó.
Nada.
Cada vez quedaba menos espacio
de NoElla. Se acercaba. Estaba en por todas partes y resquicios.
Convirtiendo grasa o músculo
con su ácido, chupando cual insecto. Para deglutir y asimilar.
La Última y Definitiva Expansión
se acercaba. Sin costuras rotas.
Ocupaba ahora suelo, paredes,
cristales, techos, oquedades, viajeros todos menos uno.
Sólo quedaba el 4D. Sólo
quedas tú.
No había opción.
Debía(s) matar a la bestia.
~
Buscó un arma. Claro. Aquí y
entonces. No hubo escenario mejor para encontrar una.
Pues sí.
Su (Tú) bolígrafo de la
suerte. De frustrado pero voluntarioso escritor.
Y atacó.
Clavó y rasgó abriéndose canal
y camino por surcos hasta su posición original, donde debía estar el núcleo de
la criatura.
Atravesando repugnancias que
se pegaban a él(ti).
Sin respirar ni oler.
Conteniendo arcada y vómito.
Siguió usando pluma como
espada.
Cortó y tajó. Rasgó y sajó.
Y llegó. A lo que debiera ser
su centro neurálgico vital. Lo que restaba de esa maligna y giganta cabeza de
vieja insoportable, maleducada y apestosa, aún con restos de la permanente
eterna y lacia.
La carneprisión se cerraba a
su espalda.
El espacio libre desaparecía.
Una oportunidad. Una sólo una.
~
Apuñaló ese ojo supurante
entre pliegues, con toda su energía, con más odio, esperando y deseando llegar
al cerebro de la bruja.
Pústulas explotando ácidos y
ventosidades en cada arremetida.
Apuñaló, penetró y repitió.
Cada vez más profundo. Capas y
estratos.
Tenía(s) que ganar.
Por un momento, el impulso
expansivo pareció detenerse. El olor, atenuarse.
La Pausa.
¡La Victoria!
El 4D, con aire recuperado,
extrayendo su mano aún cerrada sobre el pincelpuñal ensangrentado, pleno de
fluido y víscera y cornea, sonrió.
Hasta que la SeñoraEso abrió
una boca aparecida de la nada. Recién nacida.
Con dientes que eran
tentáculos o tentáculos que eran dientes.
El pozo más oscuro.
Con el mismo gesto que el gato
de Cheshire, lo (te) tragó.
~
Adiós
Respiración
Futuro
Aspiraciones de novelista
Existencia…
La Muerte llega corriendo y
gritando
No es una muerte cualquiera…
No convertido en una digestión
Nunca no muerto…
Lenta…
No hay amigos
dentro de Ese Estómago
Perdido…
Deshaciéndote entre jugos…
Rodeado de otros muchos infinitos…
Un pozo sin fin…
Ya nadie te leerá (Ellos tampoco…)
Adiós…
~
NOTICIAS:
Hoy, en el
Alvia trayecto Madrid-Gijón de primera hora de la mañana, los pasajeros del
vagón número 10 han desaparecido sin dejar rastro. Se descubrió poco antes de
llegar a Valladolid, tras apenas una hora de recorrido.
Sus efectos
personales y equipajes están intactos. Pero no se consigue encontrar a los 20
ocupantes.
El viaje fue
detenido de inmediato, y la policía sigue investigando sin querer hacer
declaraciones sobre posibles pistas. Ese coche en concreto ha sido puesto bajo
custodia de los equipos especiales para su análisis completo.
El resto de
pasajeros pudo coger otro tren y alcanzar sus destinos originales, con el
retraso consecuente y gran sorpresa.
Testigos de
vagones adyacentes hablan sobre un suceso paranormal, aunque todos los
entrevistados niegan haber visto nada.
Una venerable
señora declara: “Esto no es la primera vez que ocurre. Las desapariciones. He
oído cosas similares que tapan las autoridades. Lo sé yo bien, porque viajo
mucho en ferrocarril. Siempre sentada en el 4C.”
***
Epílogo
El
origen y las verdades
Esta es la historia real, una
u otra o ambas. Puede que quizá exista quien no lo acepte o crea. O quien
descarte una por la otra. No me conoce. Pero, como en un clásico y añorado
“Elige tú Propia Aventura”, cada cual seleccione su favorito, su verdad y nomentira.
Reinventando los epílogos. Dos opciones…
Recordad: la verdad, toda
ella, llega al final…
Opción 1:
No me rendí (te rendiste, tú).
Devorado, sí. Quebrado, nunca.
Los ácidos gástricos
castigaban mi piel. Perdí partes trituradas con dientes externos e internos,
con agujas y espinas. Encías de sangre, organismos caníbales, trabajando para
la colectiva señora.
Descendía por el tobogán de
tráquea y esófago, interminable; caía sin fondo. Llegué al amorfo laberinto de
su estómago. No solté la espadapluma. Jamás. Contuve aliento. Contesté a cada
ataque. Cada agresión. Con otra. Rudeza por y con rudeza. Nunca vi glóbulos
así.
Los mares y olas me
arrastraban. A la fosa común, al océano gástrico de huesos. Me aferré. Abriendo
caminos en un mundo de grasa y descomposición interminable.
Abominación, restos y
desechos. Geiser y columnas de gases. Muertos que me querían con ellos.
Perdí el olfato, sacrificado
por bien mayor. No lo echaría de menos. No aquí. No para recordar este ahora…
Creí atisbar luz y aire en mi
castigado cuerpo.
Ella empujaba, como en un
parto, pero a la inversa.
Impujó.
Yo resistía. Quería triunfar
en ese embarazo. Nacer.
Renacer.
Sajé y rajé.
La inconsciencia venía. Sus
intestinos me abrazaban como una pitón de muchos cuerpos, en constricción.
Sólo un poco más.
Vamos.
¡Sólo un poco más!
¡¡¡Resiste y no te ahogues!!!
¡Pelea…!
Abrí una puerta en masa
putrefacta por las malas, en su bulbosidad. La convertí en puente levadizo.
Mientras ella gritaba, al fin,
y rompía con su aullido todos los espejos de la existencia, dimensión,
realidad, universos.
Escapé, escapaste, escapamos,
de donde nadie lo había hecho.
Gané respiración, recuperé
fuerza y volví, volvimos, volviste, a la Bestia.
¡Putos Héroes!
Extrayendo uno a una a cada
víctima viva y actual. No fue bonito. Nada podíamos hacer por los fallecidos.
Rescatados. Aturdidos.
El tren se detiene.
EllaEso, venida desde lo
imposible e improbable, antigua y compañera y némesis de un Retorcido; vencida.
Pero nunca del todo. Se deshace y disuelve en zarcillos, bichos que reptan y
huyen por huecos y esquinas. Que se reunirán más tarde para lamerse heridas y
derrota.
Para reformarse
Para reconstruirse
A peor.
Si hubiere (hubiésemos,
hubieses) tenido fuego…
No quedó resto o pieza. Prueba
de lo sucedido.
Decidimos callar y guardar
secreto. Por preservar nuestra cordura y reputación. Para intentar borrar de
memorias.
Hasta hoy.
Porque voy en otro tren.
Vamos en otro tren.
Vas en otro tren.
Siempre. Buscándola. Terminar
el trabajo.
Y, en el vagón 10, asiento 4C,
la veo.
Está aquí…
Opción 2:
Pero no me dormí (te dormiste)
sucumbiendo a sus efluvios nocivos.
Sí el resto del pasaje en el
coche. O lo fingieron. Para ignorar. Para no saber.
Ella seguía con su bulboso y
grueso cuello torcido. Mirándome (mirándote). Sin pestañear; esas pestañas
pervertidas y degeneradas, demasiado antiguas e inestables.
Clavándome los ojos llenos de
malos deseos.
Invadiéndome (te). Nuestro
espacio, nuestra esencia.
La ignoro. Mucho. Imposible
del todo. La siento más cerca. Casi ronzándome sin tocarme.
No ceja.
No me voy. No me inmuto.
Combato con mi mente. Combatimos en los pensamientos.
EllaEso rumia. El olor crece,
se reproduce, controlado y concentrado. Hacia mí, ti, nosotros. Sigue haciendo
bulto, ganando terreno, que no sillón ni reposabrazos.
Que no cedemos.
El reloj corre. El viaje será
muy largo. Ella acabará por invadirme. Lo sé. Está a punto de hacer algo.
TIC
TAC
TIC
Me enfado.
Rabio.
No es justo.
¿Por qué yo, por qué tú?
¿Me enfado? ¿De verdad?
Saco la libreta y el
bolígrafo. Nuestro favorito.
Medra su indignación porque me
muevo, porque sonreímos al hacerlo. Sus ojos escupen fuegos y vapor venenoso.
Avanza su brazo hacia mí.
Lo va a hacer.
Tocarme. Apestarme.
Infectarme.
Viene un revisor.
Ella lo ha convocado. No sé
cómo.
Se levanta, la señora
expandida, más grande que cuando se acomodó. Inmensa e incorrecta. En todos los
sentidos.
Aborda al operario. Que
tiembla.
Lame su oído con una orden
secreta en susurros. Con todo, escucho de nuevo su voz. Chirría, en partes de
mi mente que tienen miedo y duelen.
El hombre marcha. Asustado. Su
rictus lo dice todo. Quiere correr.
EsoElla se deja caer, por
segunda vez. Volvemos a sufrir escala 9 en Richter. Pobres cimientos del
planeta. Pobre ferrocarril.
Regresa el interventor, platos
por ojos, pupilas desorbitadas. Habla al oído y odio de la señora, sin
acercarse, como a través de un tubo, manteniendo la distancia.
No escucho. No escuchamos. No
escuchas.
Porque ya estamos escribiendo.
Es todo. Sé que ha terminado.
Sé que he ganado una batalla, pero no la guerra.
Ella no ha dejado de mirarme
(mirarnos, mirarte).
Sonríe con dentadura podrida y
retorcida y pintada para ocultar la podredumbre, los restos de comidas
anteriores y pretéritas. Para guardar el aliento en su interior. Letal. Aprieta
las mandíbulas con ese gesto.
Coge sus cosas. Comparte un
último vistazo, ojo por ojo con ojo. Me recordará. Te recordará. Nos recordará.
Se marcha siguiendo al
revisor.
Alucino.
¿Libre?
¡Libres!
¡Yuhuuuuuuu!
No vuelve. Encontró otro
acomodo. Lo forzó. Nuevas víctimas. Otro 4C y 4D.
Al parecer, y tampoco entiendo
cómo, yo (tú) la incomodaba Más que ella a mí (ti)…
¿Qué soy yo para que EllaEso
me tenga miedo? Inquietante…
Tengo que reírme.
Y sigo escribiendo esta
historia, su y tú historia.
Pero no osé tocar o rozar
siquiera el sitio que ocupó. Aún hervía…
Me gustaría decir que no la
volveremos, volveré o volverás, a ver, pero… Mentiría…
¿FINES?
2 comentarios:
Terrible historia. Temible. Yo viví lo que podría ser un aperitivo de esto... También en el tren, también volviendo de Madrid. Una mujer que aseguraba que estaba en su asiento. Enorme mujer con clara postura de aplastarme por el gran error cometido con SU asiento. Quizá fuere un epílogo donde él (tú) fue salvado por alguna divinidad al darle un asiento distinto... jajaja
Maravilloso relato, terror realista del más horripilante. Con toques Cronenbergrianos con ese horror corporal...
Felicidades.
Gracias por los comentarios.
La situaciones en transporte pueden ser dantescas, más si te dejas llevar por la sugestión, o vives en continuo delirio alucinatorio.
Pero, qué mejor para sentir?
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