Hoy me he levantado cultural, así que me he colgado la mochila y me he largado a Bogotá, concretamente al museo de Historia de la Medicina Myuttera. Allí nos damos cuenta del verdadero horror, pues se exponen, sin ningún tipo de reparo, fetos, siameses aun unidos, miembros amputados, caras deformes, animales extraños, bebés nonatos...
Corría el año 1719 cuando sus puertas abrieron al público, con la idea de informar y estudiar la medicina más extrema, ofreciendo siempre a los visitantes una copita de vodka para que tuviesen un poco de ánimo antes de presenciar todos estos horrores que ocupan, hoy en día, cinco enormes plantas.
Además de esqueletos reales colgados del techo y de las estanterías, se pueden observar también equipos médicos y biológicos, muchos de ellos utilizados en lo que fueron las personas que hoy están expuestas allí, observando cada movimiento de aquellos que nos atrevemos a poner un pie allí, en su forzado hogar.
Está considerado por muchos como un lugar maldito, en el que afirman haber escuchado gritos, susurros, lamentos... incluso el llanto de los bebés embalsamados. Arañazos y portazos se oyen cada noche, cuando los más prudentes abandonan este infierno en la Tierra. Desde luego, es un lugar donde los demonios de cada uno pueden salir a flote, donde nuestros miedos más irracionales nos harán sentir impotencia y rabia ante las pobres criaturas que no pueden descansar en paz, pues están expuestas como monos de feria.
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