Hoy os vengo con un clásico que en casa nos conocemos de memoria. Además, nos vamos a poner (de nuevo) al día antes de que el remake que están preparando llegue a nuestras salas de cine, por lo que estamos volviendo a ver todas las películas de este entrañable muñecajo. El mismo año que yo nací estrenaron esta película, por lo que, por supuesto, crecí con ella y con sus secuelas. El problema es que ahora, 30 años después, ya no me fijo en las mismas cosas. Ya me da igual ponerme en el pellejo de Andy, sufriendo porque su muñeco esté poseído. Ahora lo que me preocupa es que este niño de seis años le prepare el desayuno a su madre y ponga toda la cocina llena de mierda. O cómo esa señora, ella sola, puede mantener a un niño y pagar una hipoteca con un trabajo de mierda. Sí, esto es lo que pasa con la edad.
Ya todos conocemos la historia de Charles Lee Ray, el asesino acorralado por la policía que, herido de muerte, entra en una juguetería y posee al tierno y codiciado Good Guy, el muñeco que causa furor en esa época. Andy, nuestro niño protagonista, está loco por tener uno. Su madre, una joven mujer que va pelada de dinero, se lo consigue a precio de ganga en un callejón donde un vagabundo lo está vendiendo. No sabe que se está llevando a casa a algo más que Chucky.
Sin duda, estamos ante un clásico que nunca pasa de moda. Un clásico que vi siendo una niña, que luego, años más tarde, vi con mis sobrinos. Un clásico que, algún día, seguro veré con mis hijos. A pesar de que visualmente se nota que los años han pasado, la historia no ha perdido ni un ápice de interés.
Mi opinión de hoy está lejos de ser una recomendación, pues seguro que todos vosotros ya la habréis visto, algunos hasta más veces que yo, simplemente es una añoranza pura y dura a aquellos domingos de chuches y videoclub en los que veía la película tres o cuatro veces seguidas para amortizar el alquiler antes de devolverla.
¿Quién no ha gritado eso de "Adeeee tuiiii tambalaaaaaaa"?
"Este es el final, amigo".
Lo mejor: lo cabrón y malhablado que es Chucky.
Lo peor: darme cuenta de los años que tengo ya.
2 comentarios:
Dioses, nos hacemos mayores xD Todo un clásico del terror. Genial aportación, preciosa :)
Precisamente la vi hace muy poco. Qué final, señoras. Qué final.
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