Si hay un miedo (para muchos ya fobia) extenderizado, ese es el miedo a la oscuridad. ¿Quién no ha sentido cierto temor en algún momento de la noche? Puede que se de en mayor medida durante la infancia, pero no son pocos los que siguen aguardando a que algo emerja de las sombras. Y es que este miedo lo arrastramos desde que comenzamos a cobrar consciencia. Cuando dependíamos de una pequeña fogata para arrojar algo de luz a la oscuridad donde acechaban los depredadores que podían acabar con nuestra existencia.
Está claro que el cine de terror no ha dudado en explotar este recurso a lo largo de su historia. Aunque es cierto que son contados los títulos que hacen que la oscuridad sea su elemento central. Así a bote pronto solo se me ocurre la aceptable En la Oscuridad (Darkness Falls) del 2003, de la que está claro que ha bebido (o más bien mamado) la película que hoy criticamos, y poco más.
Nunca Apagues la Luz tiene su origen en un cortometraje que llegó a volverse viral y se llevó bastantes premios y nominaciones. A pesar de lo breve de su duración, su director (David F. Sandberg) realizaba un ejercicio de suspense digno de uno de los "Masters of Horror" (os invitamos a echar un vistazo al canal de David, donde prácticamente ha creado un Universo Cinematográfico de "andar por casa" a costa de su mujer).
Al igual que ocurrió hace unos años con Andrés Muschietti y su cortometraje Mamá, que fue apadrinado por el mismísimo Guillermo del Toro (Hellboy, La Cumbre Escarlata) para extenderlo al terreno del largometraje. Otro grande del cine de fantaterror actual como es James Wan (Saw, Expediente Warren), también actúo como padrino de esta criaturilla que buscó refugio en New Line Cinema para convertirse en la película que ya ha invadido nuestras salas de cine.
¿Y el resultado? ¿Ha merecido la pena alargar el corto? ¿Han aprovechado el interesante recurso de la presencia en la oscuridad y de paso han creado una buena mitología a su costa?... O simplemente se ha dejado violar por el terrible terror comercial que sigue manteniendo su podredumbre en la cartelera de hoy en día, como ha sido el caso (y perdonen lo gráfico que me he puesto).
Partiendo de un estupendo prólogo que nos rememora todo lo que hizo grande al corto (hasta aparece Lotta Losten) e incluso nos ofrece elementos de los que no pudo disponer este. La película va cayendo tristemente en picado hasta terminar de embadurnarse del todo con el fango de lo comercial y genérico.
Sí, tendremos empacho de jumpscares, golpes de sonido y otros populares y sosainas recursos plagando el metraje. Poco queda del suspense que mostraba el corto original. Y sí, soy consciente de que el abuso de esto en las actuales producciones de terror ha malacostumbrado a gran parte del público actual y le hace pensar que ESTO es el verdadero terror. Pero ahí tenemos el ejemplo de James Wan, quien hace películas que a pesar de no poderse quitar de encima el título de comercial, logra devolver poco a poco lo que hizo grande a este cine. Y claro está, con el malasio ejerciendo de productor. Se esperaba que esta película fuese un Expediente Warren... por desgracia, solo logra asemejarse a Annabelle (cuya secuela, cabe recalcar, está dirigiendo David F. Sandberg).
Es cierto que se llegar a notar la mano de Wan en la puesta en escena. Se logra una gran atmósfera en muchos momentos y se aprovechan las iluminaciones. Pero la cosa no pasa de ahí.
El guión que firma Eric Heisserer (a él le debemos los libretos de Pesadilla en Elm Street: El Origen, Destino Final 5) parece un simple borrador. Ya no solo por las lagunas argumentales y esos saltos narrativos tan terribles. Sino porque ni se molesta en explotar lo jugoso de la propuesta original de Sandberg. E incluso hace que la criatura de la película tenga la manida historia de espectro vengativo que tan poco bien ya le hizo a Mamá (¿y os habéis fijado en que la tipografía de esta película es idéntica al debut de Muschietti?).
Con esto, el pobre David poco puede hacer salvo seguir filmando esta cinta prefabricada para llenar salas de adolescentes y demás en busca de unos cuantos sustos que les hagan apartar la vista de sus pantallas de móvil.
Alguno hay que trata de comparar esta cinta con la estupenda Babadook, ya que aquí también existe un componente dramático. Pero olvidaos de que llegue a acercarse al tratamiento que logró Jennifer Kent. De hecho, en Nunca Apagues la Luz, este elemento está tan mal tratado que podría considerarse de telefilm (a esto ayuda que la acción de la película se reparta en apenas un par de escenarios de interior).
Poco hablaré de la criatura de la película. Tan solo comentar que bebe de la estética oriental, tanto que podría ser el familiar lejano de cabello encrespado de Sadako. Y que por culpa de esa forzada historia de origen, no logrará que cale en la memoria del espectador. Quien llegará a confundirlo con otro de los tantos pastiches que han querido "copiar" al cine nipón.
Hablando del reparto, se nota un intento de querer alejarse de los arquetipos impuestos en este cine. Pero como todo lo demás, queda en intento. Teresa Palmer (Memorias de un zombie adolescente, Triple 9) es quien carga el papel protagonista de una joven que tiene que volver a lidiar con sus miedos de la infancia que resultarán ser reales (en este personaje no hay innovación). El pequeño Gabriel Bateman (Annabelle, Outcast) promete distanciarse de esos insufribles niños de cine de terror, pero se ensalza tanto en esto que aunado a lo forzado de su actuación, uno acaba deseando que Sophie haga algo más que asustarlo...
La veterana Maria Bello (Prisioneros, Asalto al Distrito 13) encarna a la perturbada madre de los protagonistas. Y aunque ofrece un par de estupendos momentos a costa de su enajenación influenciada por la oscura presencia, queda a años luz de lo que debería haber sido.
A pesar de lo cargante que me resultó en sus primeros minutos (parecía que se había equivocado de película y estaba en una romántica), el personaje de Alexander DiPersia (La Alumna Perfecta) me ha resultado de lo mejor del film (aunque visto en perspectiva su personaje sobre). Dándonos una visión diferente del típico novio de película de terror y regalándonos el mejor momento gracias a los faros de su coche.
La BSO que firma Benjamin Wallfish (Pressure, Mully) apenas roza lo correcto. No logrando llegar a destacar ninguna composición.
Nunca Apagues la Luz era la nueva oportunidad de ofrecer un soplo de aire fresco al cargante panorama de terror comercial. Por desgracia, no es el caso. Es una producción desganada, que apenas tiene momentos de lucidez y que culmina en un abrupto desenlace que, desde luego, no anima a querer estar atento a la anunciada secuela.
Espero que David F. Sandberg logre desembarazarse de las garras de las grandes productoras. Que decida ir con valor y al toro a por una propuesta suya y solamente suya. Porque en sus cortometrajes demuestra que puede ser uno de los grandes realizadores de nuestros tiempos. Desde luego Nunca Apagues la Luz, es una gélida e impersonal carta de presentación.
Lo Mejor: Su prólogo.
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