—En esta casa no abren, vámonos a otro sitio.
—Espera, ¿has oído eso?
—Ya te he dicho que no hay nadie, ¡venga, larguémonos de aquí!
Entre la maleza del jardín se abrió una puerta secreta. Un muerto viviente salió de la tumba y comenzó a caminar hacia los niños, y con las manos extendidas ante sus cabezas les dijo: «No olvidéis vuestros caramelos, muchachos».
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