“La figura femenina recorre sin miedo aquellas tenebrosas instalaciones.
Su armoniosa voz le insta a perseguir a aquel bello y danzarín ángel encarnado.
Desconoce el destino al que le conduce, pero sabe que viajaría al interior del
mismísimo Infierno si ella se lo pidiese. La mujer detiene sus pasos ante el
profundo pozo, y antes de poder rozar siquiera uno de los dorados y revoltosos
bucles de su preciosa cabellera, se desvanece entre amargas lágrimas del
desdichado, que se deja caer derrotado. En ese momento, de la oscuridad insondable
de las entrañas de la tierra, emerge con una furia inusitada, aquel terrorífico
rugido que vaticina la llegada de tiempos oscuros.”
—Esta mañana ya se han largado cinco más. Y he
oído murmurar a un par de los nuevos que ya no aguantan y que quizás sigan los
pasos de los desertores. ¡Cada vez quedamos menos, Dmitry!
El hombre reaccionó solo al
escuchar su nombre y alzó la vista del humeante plato de estofado volviendo de
golpe al mundo real, donde se encontró a Andrey observándole atentamente, con
cierta preocución.
—¿Estás bien, Dmitry? No tienes buena cara.
—No es nada, solo que no he pasado muy buena
noche.
—Quizás deberías ir a la enfermería –le
aconsejó Andrey —, no es la primera vez que te ocurre, ¿verdad?
Dmitry echó tierra al asunto con un
“tal vez vaya después de la jornada” y le pidió que retomasen la conversación
que se había perdido al estar ausente rememorando la última visita nocturna de
su querida Elena.
—Te decía que ya somos cinco trabajadores
menos. Por lo visto, a cada metro que excavamos, aumenta el número de
trabajadores que dicen oír voces que provienen de las entrañas del pozo.
Algunos cuentan que son lamentos agónicos de los condenados del mismísimo Infierno.
Y hay otros que comentan que las voces les hablan y que les incitan al suicidio
e incluso al asesinato. En fin, están como cabras.
Dmitry no le dio la razón. Él no
había escuchado voz alguna, pero sí era cierto que desde que estaba en Kola,
era víctima de un extraño suceso que le ocurría últimamente con más frecuencia.
Los hombres volvieron a sus platos
y devoraron los últimos restos del suculento estofado antes de abandonar el
comedor y volver al trabajo.
Ocurrió en una tormentosa noche de
finales de octubre. Dmitry había vuelto de trabajar y se encontró el
apartamento vacío. Le pareció raro que su esposa no se encontrase ahí a esas
horas, pero no le dio mucha importancia y esperó por ella en el salón. Pero
pasadas las diez de la noche, Dmitry seguía esperando a que Elena entrase por
la puerta con alguna excusa apresurada para explicar su tardanza.
Preocupado, llamó varias veces a su
móvil sin resultado. Fue entonces cuando el teléfono de la cocina sonó. Dmitry
no tardó en hacerse con el preciado auricular para dejarlo caer al suelo tras
escuchar la terrible noticia.
Elena volvía del hospital. Pero las
pésimas condiciones de la carretera y un inesperado desvío, contribuyeron a que
el coche de su mujer se saliese del camino para terminar protagonizando un terrible
accidente que segó la vida de su querida esposa. Pero la tragedia no terminaba
ahí, ya que el destino le tenía preparado otra broma macabra.
Elena. Su bella Elena, estaba
embarazada de pocas semanas.
La vida de Dmitry se resquebrajó en
un millar de pedazos. Todo perdió sentido para él. Dejó de presentarse a su
trabajo y no tardó en ser despedido. Sus días se resumían en vaciar el mueble
bar, imaginar la vida que tendría si aquel accidente no se hubiese llevado a su
Elena y su retoño nonato y llorar hasta quedarse profundamente dormido.
Aquel depresivo modo de vida no le
llevó a otro camino que el intento de suicidio.
Andrey se convirtió en su salvador
al acudir a su hogar tras varias semanas sin saber absolutamente nada de su
viejo amigo. Él fue quien desabrochó el cinturón que rodeaba el cuello de
Dmitry. Quien le obligó a acudir a un psicólogo para tratar de sacarlo del
sumidero en el que estaba atrapado.
También fue él quien le habló de
Kola y de la reactivación de aquel proyecto olvidado de prospección.
—¿Sabes lo que significa eso, Dmitry? Trabajo.
Y la oportunidad de participar en algo grande que seguro que hará historia –le
había dicho Andrey con una enorme sonrisa, tratando de convencerlo.
Apenas sabía nada de la empresa
privada que se había hecho cargo del proyecto, ni del objetivo final. Pero eso
a Dmitry le importaba muy poco. Sabía que aquel empleo era muy importante para
Andrey, que había perdido el suyo también por haberlo descuidado en el período
de rehabilitación de Dmitry.
Los dos amigos se necesitaban, y
aquel pozo se erigía como su particular salvador. Pero a las pocas semanas de
su llegada a Kola, Dmitry comenzó a ser visitado en sueños por la mismísima Elena.
En ellos, siempre terminaba en el mismo lugar: el pozo.
No sabía lo que aquello quería
decir, ni siquiera si tendría un significado. Pero se contentaba con el simple
hecho de volver a ver a su querida Elena en aquellas ocasiones oníricas y así
mantener vivo su recuerdo. Por supuesto que ni había barajado la posibilidad de
informar a Andrey sobre las visitas nocturnas de su difunta esposa. Lo último
que quería hacer era preocupar más a su amigo y acabar otra vez en la consulta
de otro psicólogo para tener que hablar de si mismo, sus miedos e
inseguridades. No volvería a mostrar su debilidad a nadie nunca más.
Los días en Kola transcurrían
apacibles salvo por las ya deserciones habituales por parte de los
supersticiosos. La mayor parte del día, se pasaba bajo tierra. En ese lugar, el
tiempo pasaba a un segundo plano. El ruido de la maquinaria lo llenaba todo. Las
perforadoras trabajaban a toda potencia, prosiguiendo con su avance implacable y
penetrando en las mismas entrañas de la tierra.
El sudor perlaba la frente de todos
los trabajadores, quienes no dejaron de trabajar duramente en sus puestos hasta
que uno de los perforadores informó a todos de la ansiada noticia.
—¡Hemos llegado a los 15.000 metros !
El pozo entero estalló en jubilosos
vítores que se alzaron hasta la superficie.
“El inmaculado ángel encarnado observa con gesto preocupado las misteriosas
profundidades de aquella ofensa hecha por el hombre. Sus ojos almendrados buscan
la mirada de su fiel acompañante, quien no puede evitar acercar uno de sus
callosos dedos para retirar una lágrima escurridiza de la pálida mejilla de su
querido ángel. La bella criatura abre por primera vez la boca para articular
una sola frase:
MUY
PRONTO.”
—Los de detrás, juntaos un poco más… eso es...
Muy bien, ¿preparados? Ya.
El flash los deslumbró a todos
momentáneamente. Al segundo siguiente, dejaron de adoptar aquella necesaria
inmóvil postura y comenzaron a darse abrazos amistosos y demás muestras de
afecto.
Habían hecho historia. Habían
alcanzado los ansiados 15.000
metros que la primera excavación, iniciada en los
sesenta, no había logrado por culpa de la tecnología de la época.
Los trabajadores de la primera fila
continuaron sujetando la pancarta que dejaba constancia de su proeza y que
mostraron a la cámara que los había inmortalizado para la posteridad.
—¿Qué te había dicho amigo? –Andrey no pudo
contener su alegría y siguió estrujando amigablemente con su antebrazo el
cuello de Dmitry — ¡Esto hay que
celebrarlo!
Y por supuesto que se celebró. El
vodka se precipitó raudo por sus gaznates, animando más las risas y canciones
que los ebrios currantes emitieron hasta que el sueño se cebó con ellos.
Pero el trabajo aún no había
terminado. Debían continuar perforando hasta lograr el objetivo de la empresa,
totalmente desconocido para ellos. Quienes suponían que seguiría siendo el
estudio geológico.
Aquella noche y las que las
sucedieron hasta el día del incidente, Elena no visitó a Dmitry en sueños.
Este, no sabía si alegrarse o entristecerse por ello.
Tumbado en su camastro, Dmitry sacó
de su escondite su bien más preciado: una fotografía de Elena. Como todas las
noches, el hombre besó la preciosa estampa deseando en secreto que la mujer
inmortalizada en ella volviese a visitar sus sueños solitarios.
En la litera de arriba, los sonoros
ronquidos de Andrey delataron el estado de su amigo. Dmitry apagó las luces con
intenciones de imitarlo si este se lo permitía.
“Sangre.
El
puro cuerpo de su bello ángel está siendo corrompido por miles de gotas escarlatas
que vomitan unas nubes tan negras como las plumas de un avieso cuervo. La dama ensangrentada
da vueltas sobre si misma mientras realiza una serie de extravagantes aspavientos.
La siniestra bailarina clava unos ojos furiosos en el único espectador de aquel
espectáculo demencial y grita una simple palabra:
CUIDADO.”
Dmitry se encerró en las duchas.
Los cálidos chorros de agua arrastraron toda la sangre de su rostro y se
dirigieron al sumidero, como en aquella mítica escena de la famosa película de
Hitchcock.
Permaneció un buen rato tumbado en
posición fetal, deseando que el agua arrastrase también los recuerdos de aquel
terrorífico día.
La jornada había transcurrido sin
incidencias. Nada parecía vaticinar el horror que Dmitry estaba a punto de
contemplar.
Había alzado la vista para
encontrarse a uno de sus compañeros de sector paralizado ante el muro que
ocultaba la última cámara natural con la que se habían topado. No le dio la
menor importancia hasta que llegó a sus oídos la inesperada risa de Alexandr.
Dmitry no fue el único que la
escuchó, y pronto, los demás dejaron lo que estaban haciendo para atender el extraño
comportamiento de su amigo.
—Está ahí, encerrado. Esperando y revolviendo
su cuerpo agusanado –decía el veterano trabajador entre carcajadas —. Me está
hablando. Se está preparando. Se burla de nosotros. El que trae la destrucción,
el que trae la muerte, y el que traerá la liberación…
Nadie dio crédito a lo que escapó
de la boca de Alexandr, que continuó pregonando aquellas inexplicables
advertencias.
Mijail, cree que se llamaba Dmitry,
uno de los novatos, fue el valiente inconsciente que se atrevió a acercarse a
Alexandr. Le dijo que se tranquilizase mientras apoyaba una mano en aquel
hombro tembloroso.
Los ojos de Alexandr miraron con
atención a algún lugar que escapaba del entendimiento humano. Cuando los volvió
a fijar en el rostro de su joven compañero, se abalanzó súbitamente sobre él,
precedido por un alarido bestial.
Todos los individuos del lugar
fueron testigos de la brutal escena que protagonizó aquel, hasta entonces,
amable cabeza de familia. Los dientes de Alexandr apresaron la oreja izquierda
de Mijail, quien apenas tuvo tiempo de sorprenderse antes de que se la
arrancase de un tirón.
Como si se tratase de un animal rabioso
y no de un ser humano racional, Alexandr abandonó al agonizante joven que se
retorció en el suelo, clamando al cielo por su desaparecido órgano y se dirigió
entre tumbos en busca de su próxima víctima. A quien no tardó de echarle sus
ganchudas manos a su pobre pescuezo, apretando con claras intenciones
homicidas.
Cuatro de los más robustos
trabajadores, no dudaron en ir en auxilio del pobre compañero, cuyo rostro
comenzaba a enrojecerse como un tomate. Tiraron de Alexandr hasta que este
liberó a su presa e intentaron reducirle. Pero el hombre, se resistió con una
inexplicable fuerza, retorciéndose al igual que la alimaña que desalojan de su
infecta madriguera.
El cerebro de Dmitry envió entonces
un temerario mensaje a su sistema locomotor, que se puso en marcha hacia el
peligroso tumulto ante la atónita mirada de Andrey. Se abalanzó sobre el pecho
de Alexandr y empujó con todas sus fuerzas.
—¡No podéis detener lo inevitable! ¡El
alzamiento es inminente! –exclamó el demente entre repulsivos espumarajos —
¡Nadie escapará de su juicio!
Los dientes de Alexandr volvieron a
actuar, pero esta vez sobre si mismo. Guillotinó su propia lengua sin reparos y
escupió el sanguinolento pedazo sonrosado al rostro de Dmitry, que se apartó
arrastrándose por el suelo mientras sentía aquella asquerosa humedad en su
mejilla.
El loco volvió a reír descontroladamente
mientras su boca se teñía de rojo y su llama se extinguía.
Tras el incidente, el ambiente en
el pozo se volvió más gélido que de costumbre. Apenas se hablaba en los
vestuarios, en el comedor, en las duchas y en las habitaciones. Todos querían
creer que lo que había ocurrido era el resultado de una mala noche y que pronto
lo olvidarían. Pero no se trataba de una mera pesadilla. Dos hombres estaban
malheridos y otro muerto.
En cuanto “los de arriba” se
enteraron de la tragedia, no tardaron en hacerse cargo del cuerpo. Se lo
llevaron en una furgoneta negra ante la atenta mirada de sus empleados. A
estos, se les comunicó que el caso se llevaría a cabo en la más completa
confidencialidad. Argumentaron que daría una mala imagen de la empresa y el
proyecto. Así que, se rogó a todos los trabajadores del pozo que no filtrasen
información alguna a cambio de una jugosa compensación económica. Culparon al
estrés de la imprevisible y violenta conducta de Alexandr. Cosa que no muchos
individuos cercanos a él creyeron.
Dmitry volvió a necesitar ayuda psicológica.
Y se vio obligado a ausentarse del trabajo para acudir a la psicóloga que la
empresa destinó al pozo para ayudarle a superar aquel suceso fatídico.
Las perforadoras continuaron
horadando los secretos de la tierra y tras varias sesiones, Dmitry creyó estar
capacitado para volver al sector. Así que aquella mañana se dirigió al despacho
de su capataz con intención de informarle de su mejora y de sus deseos de
reincorporación a la jornada laboral. Pero al acercarse a la puerta del
despacho, la halló entreabierta. Las dos voces, delató la presencia de otro
individuo en el despacho.
A Dmitry nunca le gustó el
cotilleo, ni husmear en asuntos ajenos, pero esa vez decidió olvidarse de sus
costumbres y se acercó con cautela a la puerta entreabierta al percatarse de
que estaban hablando del incidente de Alexandr.
—¿Y no se han producido más casos como el de
Semiónov? –preguntó una desconocida y cascada voz.
—No, señor. Continúan las deserciones
–respondió el capataz —. Pero me alegra informarle que alcanzaremos el objetivo
mañana.
Dmitry estudió detenidamente a la figura
trajeada y encorvada que se hallaba de
espaldas a él, haciendo imposible
la tarea de identificar al misterioso individuo.
—¡Excelente! Esta noticia contentará a los
miembros del culto. ¡Mañana será el alzamiento!
Dmitry sintió un escalofrío al
recordar las palabras que Alexandr había proferido en su delirio. ¿Acaso eran
ciertas? ¿Aquel hombre era otro peligroso loco?
—Muy bien, informaré inmediatamente. Debemos
comenzar con los preparativos para el despertar –el encorvado continuó
informando al capataz —. Tú mientras tanto, prosigue con tu papel, Nóvikov.
El capataz hizo una reverencia y
acompañó a su superior a la salida del despacho. Dmitry actuó deprisa, y se
escabulló en busca del refugio que le ofrecía una pila de cajas.
Temerariamente, se expuso a ser
descubierto para ver a la figura trajeada. El poco pelo que poseía se asemejaba
a la plata. Su curtido rostro, poseía una expresión de una sabiduría propia de
un hombre de su edad. Sus cansadas manos reposaban sobre un intrigante bastón
de grotesca empuñadura en forma de testa de pulpa cuyos tentáculos se
enroscaban a lo largo de la negra vara.
Dmitry reconoció a aquel personaje.
Era Korsaklov, el dueño de la empresa que reactivó el proyecto de perforación
en Kola. Lo había visto el primer día en el que dio un discurso sobre la
grandeza de aquella hazaña y del bien que iban a hacer tanto a su patria, como
al resto del mundo.
La confusión se cebó con Dmitry,
quien aguardó pacientemente hasta poder salir de su escondite para regresar a
su habitación; necesitaba descansar y poner en orden sus pensamientos.
“Llora. Sus lágrimas son diamantes que se resquebrajan nada mas rozar la
gélida superficie. Él se acerca con cierto reparo, se conmueve al observar
aquel precioso rostro dolido por una razón que aún no alcanza a comprender.
Antes de romper en llanto, pronuncia una lapidaria frase: YA ES TARDE.”
Aquel era el día ansiado por aquel
atajo de locos; aunque Dmitry ya no sabía qué pensar sobre eso.
Fingió un dolor de estómago y
permaneció en cama, mientras veía como Andrey abandonaba la habitación
compartida. No entendió porqué sintió aquella extraña angustia al observar como
su amigo se dirigía a las entrañas de Kola.
Pasaron las horas y Dmitry perdió
la cuenta de las vueltas que había dado en la litera. No sabía a qué hora se
quedó dormido, pero cuando despertó, descubrió que eran las seis menos cuarto
de la tarde. “Ya falta poco”. ¿Poco para qué?
Una risilla cantarina llegó a los
oídos de Dmitry, quien se recostó súbitamente. Solo conocía a alguien que
poseyera aquella agradable risa que le había animado en los peores momentos.
Pero esa persona ya no se encontraba en este mundo.
La puerta de la habitación se abrió
como por arte de magia ante la asombrada mirada de Dmitry. No tardó nada en
colocarse el mono de trabajo y salir en busca de aquella impensable quimera.
Persiguió sin pausa la encantadora
risa por los pasillos como en uno de aquellos extravagantes sueños. Solo que,
en esta ocasión, no estaba dormido.
Los ojos del hombre se anegaron al
contemplar lo imposible.
—¿E —Elena? –balbuceó sin atreverse a dar un
paso adelante.
Ella estaba ahí de verdad. Delante
de él. Tal como Dmitry la recordaba. Vestía aquel precioso camisón que le había
regalado con motivo de su primer aniversario.
—Elena. Gracias a Dios. Te he echado mucho de
menos, cariño –el hombre siguió hablando, pero la mujer parecía ignorarlo y se
plantó ante él con expresión seria.
—Dmitry, debes saber –dijo posando sus pálidas
manos en las sienes del hombre.
Una sucesión de repentinas imágenes
acudieron a la mente de Dmitry de golpe. Las contempló como si se tratasen de
fotogramas de una demencial película: Imposibles criaturas emergían de las
entrañas de la tierra. Ciudades al completo ardían hasta los cimientos y caían
tras el paso de los innombrables seres. Entre el humo y las cenizas, aparecieron
ingenios de acero de diversas formas y tamaños, hasta dar paso a un verdadro
Titán. Sueños de acero fundido que hacían frente a la colosal amenaza. Muerte.
Destrucción. Locura. Esperanza.
Las piernas de Dmitry parecían de
gelatina, y no pudo evitar caer abrumado por las impactantes imágenes.
—¿Qué era eso? –exclamó, exigiendo una
respuesta necesaria para aquella locura.
—Eso
es el futuro inminente. He tratado de avisarte, pero tú no me ha hecho caso. Has
contribuido en el alzamiento de unas milenaria criatura que traerán una época
de oscuridad e incertidumbre a la raza humana.
Dmitry abrió la boca con intención
de pedir a su difunta esposa que le explicase más detenidamente la situación.
Pero entonces, unos violentos temblores sacudieron el pozo al completo,
acompañados de un aterrador rugido que erizó todos los pelos de la nuca del
hombre.
—Ha despertado –vaticinó Elena con lágrimas en
los ojos.
Antes de poder pronunciar el nombre
de su mujer, esta desapareció. Abandonando al desconcertado Dmitry en aquel
perdido pasillo del SG de Kola.
Una cacofonía de gritos, aullidos y
súplicas de ayuda se hizo oír. Dmitry dedujo que provenían del fondo del pozo.
Se disponía a ir en busca de Andrey cuando percibió que el aire comenzaba a
cargarse hasta hacerse asfixiante. El pasillo comenzó, inexplicablemente, a
plegarse como un acordeón. Fue entonces, cuando se sumió en la perdición entre
atronadores gritos y grotescas visiones de su espantoso nuevo amo.
El Alzamiento había terminado. La
guerra por la humanidad no había hecho más que comenzar.
0 comentarios:
Publicar un comentario