viernes, 10 de julio de 2015

El Alzamiento por Rubén "Reaper" González





La figura femenina recorre sin miedo aquellas tenebrosas instalaciones. Su armoniosa voz le insta a perseguir a aquel bello y danzarín ángel encarnado. Desconoce el destino al que le conduce, pero sabe que viajaría al interior del mismísimo Infierno si ella se lo pidiese. La mujer detiene sus pasos ante el profundo pozo, y antes de poder rozar siquiera uno de los dorados y revoltosos bucles de su preciosa cabellera, se desvanece entre amargas lágrimas del desdichado, que se deja caer derrotado. En ese momento, de la oscuridad insondable de las entrañas de la tierra, emerge con una furia inusitada, aquel terrorífico rugido que vaticina la llegada de tiempos oscuros.”

 —Esta mañana ya se han largado cinco más. Y he oído murmurar a un par de los nuevos que ya no aguantan y que quizás sigan los pasos de los desertores. ¡Cada vez quedamos menos, Dmitry!
El hombre reaccionó solo al escuchar su nombre y alzó la vista del humeante plato de estofado volviendo de golpe al mundo real, donde se encontró a Andrey observándole atentamente, con cierta preocución.
 —¿Estás bien, Dmitry? No tienes buena cara.
 —No es nada, solo que no he pasado muy buena noche.
 —Quizás deberías ir a la enfermería –le aconsejó Andrey —, no es la primera vez que te ocurre, ¿verdad?
Dmitry echó tierra al asunto con un “tal vez vaya después de la jornada” y le pidió que retomasen la conversación que se había perdido al estar ausente rememorando la última visita nocturna de su querida Elena.
 —Te decía que ya somos cinco trabajadores menos. Por lo visto, a cada metro que excavamos, aumenta el número de trabajadores que dicen oír voces que provienen de las entrañas del pozo. Algunos cuentan que son lamentos agónicos de los condenados del mismísimo Infierno. Y hay otros que comentan que las voces les hablan y que les incitan al suicidio e incluso al asesinato. En fin, están como cabras.
Dmitry no le dio la razón. Él no había escuchado voz alguna, pero sí era cierto que desde que estaba en Kola, era víctima de un extraño suceso que le ocurría últimamente con más frecuencia.
Los hombres volvieron a sus platos y devoraron los últimos restos del suculento estofado antes de abandonar el comedor y volver al trabajo.

Ocurrió en una tormentosa noche de finales de octubre. Dmitry había vuelto de trabajar y se encontró el apartamento vacío. Le pareció raro que su esposa no se encontrase ahí a esas horas, pero no le dio mucha importancia y esperó por ella en el salón. Pero pasadas las diez de la noche, Dmitry seguía esperando a que Elena entrase por la puerta con alguna excusa apresurada para explicar su tardanza.
Preocupado, llamó varias veces a su móvil sin resultado. Fue entonces cuando el teléfono de la cocina sonó. Dmitry no tardó en hacerse con el preciado auricular para dejarlo caer al suelo tras escuchar la terrible noticia.
Elena volvía del hospital. Pero las pésimas condiciones de la carretera y un inesperado desvío, contribuyeron a que el coche de su mujer se saliese del camino para terminar protagonizando un terrible accidente que segó la vida de su querida esposa. Pero la tragedia no terminaba ahí, ya que el destino le tenía preparado otra broma macabra.
Elena. Su bella Elena, estaba embarazada de pocas semanas.
La vida de Dmitry se resquebrajó en un millar de pedazos. Todo perdió sentido para él. Dejó de presentarse a su trabajo y no tardó en ser despedido. Sus días se resumían en vaciar el mueble bar, imaginar la vida que tendría si aquel accidente no se hubiese llevado a su Elena y su retoño nonato y llorar hasta quedarse profundamente dormido.
Aquel depresivo modo de vida no le llevó a otro camino que el intento de suicidio.
Andrey se convirtió en su salvador al acudir a su hogar tras varias semanas sin saber absolutamente nada de su viejo amigo. Él fue quien desabrochó el cinturón que rodeaba el cuello de Dmitry. Quien le obligó a acudir a un psicólogo para tratar de sacarlo del sumidero en el que estaba atrapado.
También fue él quien le habló de Kola y de la reactivación de aquel proyecto olvidado de prospección.
 —¿Sabes lo que significa eso, Dmitry? Trabajo. Y la oportunidad de participar en algo grande que seguro que hará historia –le había dicho Andrey con una enorme sonrisa, tratando de convencerlo.
Apenas sabía nada de la empresa privada que se había hecho cargo del proyecto, ni del objetivo final. Pero eso a Dmitry le importaba muy poco. Sabía que aquel empleo era muy importante para Andrey, que había perdido el suyo también por haberlo descuidado en el período de rehabilitación de Dmitry.
Los dos amigos se necesitaban, y aquel pozo se erigía como su particular salvador. Pero a las pocas semanas de su llegada a Kola, Dmitry comenzó a ser visitado en sueños por la mismísima Elena. En ellos, siempre terminaba en el mismo lugar: el pozo.
No sabía lo que aquello quería decir, ni siquiera si tendría un significado. Pero se contentaba con el simple hecho de volver a ver a su querida Elena en aquellas ocasiones oníricas y así mantener vivo su recuerdo. Por supuesto que ni había barajado la posibilidad de informar a Andrey sobre las visitas nocturnas de su difunta esposa. Lo último que quería hacer era preocupar más a su amigo y acabar otra vez en la consulta de otro psicólogo para tener que hablar de si mismo, sus miedos e inseguridades. No volvería a mostrar su debilidad a nadie nunca más.
Los días en Kola transcurrían apacibles salvo por las ya deserciones habituales por parte de los supersticiosos. La mayor parte del día, se pasaba bajo tierra. En ese lugar, el tiempo pasaba a un segundo plano. El ruido de la maquinaria lo llenaba todo. Las perforadoras trabajaban a toda potencia, prosiguiendo con su avance implacable y penetrando en las mismas entrañas de la tierra.
El sudor perlaba la frente de todos los trabajadores, quienes no dejaron de trabajar duramente en sus puestos hasta que uno de los perforadores informó a todos de la ansiada noticia.
 —¡Hemos llegado a los 15.000 metros!
El pozo entero estalló en jubilosos vítores que se alzaron hasta la superficie.

El inmaculado ángel encarnado observa con gesto preocupado las misteriosas profundidades de aquella ofensa hecha por el hombre. Sus ojos almendrados buscan la mirada de su fiel acompañante, quien no puede evitar acercar uno de sus callosos dedos para retirar una lágrima escurridiza de la pálida mejilla de su querido ángel. La bella criatura abre por primera vez la boca para articular una sola frase:
MUY PRONTO.”

 —Los de detrás, juntaos un poco más… eso es... Muy bien, ¿preparados? Ya.
El flash los deslumbró a todos momentáneamente. Al segundo siguiente, dejaron de adoptar aquella necesaria inmóvil postura y comenzaron a darse abrazos amistosos y demás muestras de afecto.
Habían hecho historia. Habían alcanzado los ansiados 15.000 metros que la primera excavación, iniciada en los sesenta, no había logrado por culpa de la tecnología de la época.
Los trabajadores de la primera fila continuaron sujetando la pancarta que dejaba constancia de su proeza y que mostraron a la cámara que los había inmortalizado para la posteridad.
 —¿Qué te había dicho amigo? –Andrey no pudo contener su alegría y siguió estrujando amigablemente con su antebrazo el cuello de Dmitry  — ¡Esto hay que celebrarlo!
Y por supuesto que se celebró. El vodka se precipitó raudo por sus gaznates, animando más las risas y canciones que los ebrios currantes emitieron hasta que el sueño se cebó con ellos.
Pero el trabajo aún no había terminado. Debían continuar perforando hasta lograr el objetivo de la empresa, totalmente desconocido para ellos. Quienes suponían que seguiría siendo el estudio geológico.

Aquella noche y las que las sucedieron hasta el día del incidente, Elena no visitó a Dmitry en sueños. Este, no sabía si alegrarse o entristecerse por ello.
Tumbado en su camastro, Dmitry sacó de su escondite su bien más preciado: una fotografía de Elena. Como todas las noches, el hombre besó la preciosa estampa deseando en secreto que la mujer inmortalizada en ella volviese a visitar sus sueños solitarios.
En la litera de arriba, los sonoros ronquidos de Andrey delataron el estado de su amigo. Dmitry apagó las luces con intenciones de imitarlo si este se lo permitía.

“Sangre.
El puro cuerpo de su bello ángel está siendo corrompido por miles de gotas escarlatas que vomitan unas nubes tan negras como las plumas de un avieso cuervo. La dama ensangrentada da vueltas sobre si misma mientras realiza una serie de extravagantes aspavientos. La siniestra bailarina clava unos ojos furiosos en el único espectador de aquel espectáculo demencial y grita una simple palabra:
CUIDADO.”

Dmitry se encerró en las duchas. Los cálidos chorros de agua arrastraron toda la sangre de su rostro y se dirigieron al sumidero, como en aquella mítica escena de la famosa película de Hitchcock.
Permaneció un buen rato tumbado en posición fetal, deseando que el agua arrastrase también los recuerdos de aquel terrorífico día.
La jornada había transcurrido sin incidencias. Nada parecía vaticinar el horror que Dmitry estaba a punto de contemplar.
Había alzado la vista para encontrarse a uno de sus compañeros de sector paralizado ante el muro que ocultaba la última cámara natural con la que se habían topado. No le dio la menor importancia hasta que llegó a sus oídos la inesperada risa de Alexandr.
Dmitry no fue el único que la escuchó, y pronto, los demás dejaron lo que estaban haciendo para atender el extraño comportamiento de su amigo.
 —Está ahí, encerrado. Esperando y revolviendo su cuerpo agusanado –decía el veterano trabajador entre carcajadas —. Me está hablando. Se está preparando. Se burla de nosotros. El que trae la destrucción, el que trae la muerte, y el que traerá la liberación…
Nadie dio crédito a lo que escapó de la boca de Alexandr, que continuó pregonando aquellas inexplicables advertencias.
Mijail, cree que se llamaba Dmitry, uno de los novatos, fue el valiente inconsciente que se atrevió a acercarse a Alexandr. Le dijo que se tranquilizase mientras apoyaba una mano en aquel hombro tembloroso.
Los ojos de Alexandr miraron con atención a algún lugar que escapaba del entendimiento humano. Cuando los volvió a fijar en el rostro de su joven compañero, se abalanzó súbitamente sobre él, precedido por un alarido bestial.
Todos los individuos del lugar fueron testigos de la brutal escena que protagonizó aquel, hasta entonces, amable cabeza de familia. Los dientes de Alexandr apresaron la oreja izquierda de Mijail, quien apenas tuvo tiempo de sorprenderse antes de que se la arrancase de un tirón.
Como si se tratase de un animal rabioso y no de un ser humano racional, Alexandr abandonó al agonizante joven que se retorció en el suelo, clamando al cielo por su desaparecido órgano y se dirigió entre tumbos en busca de su próxima víctima. A quien no tardó de echarle sus ganchudas manos a su pobre pescuezo, apretando con claras intenciones homicidas.
Cuatro de los más robustos trabajadores, no dudaron en ir en auxilio del pobre compañero, cuyo rostro comenzaba a enrojecerse como un tomate. Tiraron de Alexandr hasta que este liberó a su presa e intentaron reducirle. Pero el hombre, se resistió con una inexplicable fuerza, retorciéndose al igual que la alimaña que desalojan de su infecta madriguera.
El cerebro de Dmitry envió entonces un temerario mensaje a su sistema locomotor, que se puso en marcha hacia el peligroso tumulto ante la atónita mirada de Andrey. Se abalanzó sobre el pecho de Alexandr y empujó con todas sus fuerzas.
 —¡No podéis detener lo inevitable! ¡El alzamiento es inminente! –exclamó el demente entre repulsivos espumarajos — ¡Nadie escapará de su juicio!
Los dientes de Alexandr volvieron a actuar, pero esta vez sobre si mismo. Guillotinó su propia lengua sin reparos y escupió el sanguinolento pedazo sonrosado al rostro de Dmitry, que se apartó arrastrándose por el suelo mientras sentía aquella asquerosa humedad en su mejilla.
El loco volvió a reír descontroladamente mientras su boca se teñía de rojo y su llama se extinguía.

Tras el incidente, el ambiente en el pozo se volvió más gélido que de costumbre. Apenas se hablaba en los vestuarios, en el comedor, en las duchas y en las habitaciones. Todos querían creer que lo que había ocurrido era el resultado de una mala noche y que pronto lo olvidarían. Pero no se trataba de una mera pesadilla. Dos hombres estaban malheridos y otro muerto.
En cuanto “los de arriba” se enteraron de la tragedia, no tardaron en hacerse cargo del cuerpo. Se lo llevaron en una furgoneta negra ante la atenta mirada de sus empleados. A estos, se les comunicó que el caso se llevaría a cabo en la más completa confidencialidad. Argumentaron que daría una mala imagen de la empresa y el proyecto. Así que, se rogó a todos los trabajadores del pozo que no filtrasen información alguna a cambio de una jugosa compensación económica. Culparon al estrés de la imprevisible y violenta conducta de Alexandr. Cosa que no muchos individuos cercanos a él creyeron.
Dmitry volvió a necesitar ayuda psicológica. Y se vio obligado a ausentarse del trabajo para acudir a la psicóloga que la empresa destinó al pozo para ayudarle a superar aquel suceso fatídico.
Las perforadoras continuaron horadando los secretos de la tierra y tras varias sesiones, Dmitry creyó estar capacitado para volver al sector. Así que aquella mañana se dirigió al despacho de su capataz con intención de informarle de su mejora y de sus deseos de reincorporación a la jornada laboral. Pero al acercarse a la puerta del despacho, la halló entreabierta. Las dos voces, delató la presencia de otro individuo en el despacho.
A Dmitry nunca le gustó el cotilleo, ni husmear en asuntos ajenos, pero esa vez decidió olvidarse de sus costumbres y se acercó con cautela a la puerta entreabierta al percatarse de que estaban hablando del incidente de Alexandr.
 —¿Y no se han producido más casos como el de Semiónov? –preguntó una desconocida y cascada voz.
 —No, señor. Continúan las deserciones –respondió el capataz —. Pero me alegra informarle que alcanzaremos el objetivo mañana.
Dmitry estudió detenidamente a la figura trajeada y encorvada que se hallaba de
espaldas a él, haciendo imposible la tarea de identificar al misterioso individuo.
 —¡Excelente! Esta noticia contentará a los miembros del culto. ¡Mañana será el alzamiento!
Dmitry sintió un escalofrío al recordar las palabras que Alexandr había proferido en su delirio. ¿Acaso eran ciertas? ¿Aquel hombre era otro peligroso loco?
 —Muy bien, informaré inmediatamente. Debemos comenzar con los preparativos para el despertar –el encorvado continuó informando al capataz —. Tú mientras tanto, prosigue con tu papel, Nóvikov.
El capataz hizo una reverencia y acompañó a su superior a la salida del despacho. Dmitry actuó deprisa, y se escabulló en busca del refugio que le ofrecía una pila de cajas.
Temerariamente, se expuso a ser descubierto para ver a la figura trajeada. El poco pelo que poseía se asemejaba a la plata. Su curtido rostro, poseía una expresión de una sabiduría propia de un hombre de su edad. Sus cansadas manos reposaban sobre un intrigante bastón de grotesca empuñadura en forma de testa de pulpa cuyos tentáculos se enroscaban a lo largo de la negra vara.
Dmitry reconoció a aquel personaje. Era Korsaklov, el dueño de la empresa que reactivó el proyecto de perforación en Kola. Lo había visto el primer día en el que dio un discurso sobre la grandeza de aquella hazaña y del bien que iban a hacer tanto a su patria, como al resto del mundo.
La confusión se cebó con Dmitry, quien aguardó pacientemente hasta poder salir de su escondite para regresar a su habitación; necesitaba descansar y poner en orden sus pensamientos.

Llora. Sus lágrimas son diamantes que se resquebrajan nada mas rozar la gélida superficie. Él se acerca con cierto reparo, se conmueve al observar aquel precioso rostro dolido por una razón que aún no alcanza a comprender. Antes de romper en llanto, pronuncia una lapidaria frase: YA ES TARDE.”

Aquel era el día ansiado por aquel atajo de locos; aunque Dmitry ya no sabía qué pensar sobre eso.
Fingió un dolor de estómago y permaneció en cama, mientras veía como Andrey abandonaba la habitación compartida. No entendió porqué sintió aquella extraña angustia al observar como su amigo se dirigía a las entrañas de Kola.
Pasaron las horas y Dmitry perdió la cuenta de las vueltas que había dado en la litera. No sabía a qué hora se quedó dormido, pero cuando despertó, descubrió que eran las seis menos cuarto de la tarde. “Ya falta poco”. ¿Poco para qué?
Una risilla cantarina llegó a los oídos de Dmitry, quien se recostó súbitamente. Solo conocía a alguien que poseyera aquella agradable risa que le había animado en los peores momentos. Pero esa persona ya no se encontraba en este mundo.
La puerta de la habitación se abrió como por arte de magia ante la asombrada mirada de Dmitry. No tardó nada en colocarse el mono de trabajo y salir en busca de aquella impensable quimera.
Persiguió sin pausa la encantadora risa por los pasillos como en uno de aquellos extravagantes sueños. Solo que, en esta ocasión, no estaba dormido.
Los ojos del hombre se anegaron al contemplar lo imposible.
 —¿E —Elena? –balbuceó sin atreverse a dar un paso adelante.
Ella estaba ahí de verdad. Delante de él. Tal como Dmitry la recordaba. Vestía aquel precioso camisón que le había regalado con motivo de su primer aniversario.
 —Elena. Gracias a Dios. Te he echado mucho de menos, cariño –el hombre siguió hablando, pero la mujer parecía ignorarlo y se plantó ante él con expresión seria.
 —Dmitry, debes saber –dijo posando sus pálidas manos en las sienes del hombre.
Una sucesión de repentinas imágenes acudieron a la mente de Dmitry de golpe. Las contempló como si se tratasen de fotogramas de una demencial película: Imposibles criaturas emergían de las entrañas de la tierra. Ciudades al completo ardían hasta los cimientos y caían tras el paso de los innombrables seres. Entre el humo y las cenizas, aparecieron ingenios de acero de diversas formas y tamaños, hasta dar paso a un verdadro Titán. Sueños de acero fundido que hacían frente a la colosal amenaza. Muerte. Destrucción. Locura. Esperanza.
Las piernas de Dmitry parecían de gelatina, y no pudo evitar caer abrumado por las impactantes imágenes.
 —¿Qué era eso? –exclamó, exigiendo una respuesta necesaria para aquella locura.
 —Eso es el futuro inminente. He tratado de avisarte, pero tú no me ha hecho caso. Has contribuido en el alzamiento de unas milenaria criatura que traerán una época de oscuridad e incertidumbre a la raza humana.
Dmitry abrió la boca con intención de pedir a su difunta esposa que le explicase más detenidamente la situación. Pero entonces, unos violentos temblores sacudieron el pozo al completo, acompañados de un aterrador rugido que erizó todos los pelos de la nuca del hombre.
 —Ha despertado –vaticinó Elena con lágrimas en los ojos.
Antes de poder pronunciar el nombre de su mujer, esta desapareció. Abandonando al desconcertado Dmitry en aquel perdido pasillo del SG de Kola.
Una cacofonía de gritos, aullidos y súplicas de ayuda se hizo oír. Dmitry dedujo que provenían del fondo del pozo. Se disponía a ir en busca de Andrey cuando percibió que el aire comenzaba a cargarse hasta hacerse asfixiante. El pasillo comenzó, inexplicablemente, a plegarse como un acordeón. Fue entonces, cuando se sumió en la perdición entre atronadores gritos y grotescas visiones de su espantoso nuevo amo.
El Alzamiento había terminado. La guerra por la humanidad no había hecho más que comenzar.



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