miércoles, 20 de diciembre de 2017

Crítica de Saw VIII de Michael y Peter Spierig



Sigo estas películas desde que estrenaron la primera, que fue para mí una mezcla de trauma y delicia que hizo que, cada vez que estrenaran la siguiente, me preparase las palomitas (a pesar de comérmelas con el estómago revuelto) y disfrutase del espectáculo creado por Jigsaw. Sí, espectáculo, puro espectáculo que resulta maravilloso a los fans del terror y las vísceras. Ante el inminente estreno de esta octava parte, mi maravilloso Tony Jiménez y yo hicimos una maratón en la que nos pusimos las botas con toda la saga para, por fin, poder disfrutar de la última entrega.

En esta ocasión, la trama comienza con cinco personas encadenadas y con la cabeza atrapada. No saben qué hacen ahí, ni cómo salir. Pronto se enteran de que son los nuevos peones del juego de Jigsaw, y solo tienen que decidir una respuesta: ¿vivir o morir? En ese momento es cuando te preguntas "¿Jigsaw qué coño hace vivo?", cosa que no descubrimos hasta el sorprendente, al menos para mí, final de la película.




No sé si quizás estoy yo más enferma que él, pero a mí la víctima me parece Jigsaw. Si hubiésemos llevado la vida que ha llevado él, sufrido todo lo que le ha pasado (por culpa de otros, la mayoría de las veces)... igual también nos gustaría que muchos se replanteasen si quieren seguir vivos y, si es así, que luchen por ello pagando lo que otros han tenido que pagar por su culpa. Jigsaw es un pedazo de personaje y punto.

La trama va en la misma línea que las anteriores, eso sí, con algún trampantojo para que el espectador logre sorprenderse, pero con el mismo tipo de trampas fabricadas con el sello Jigsaw. Es entretenida de principio a fin, con la dosis de sangre acostumbrada y los mismos incómodos "crímenes" (que ya sabemos que no pueden considerarse como tales) que tanto me gustan.

En definitiva, más Saw, más Puzzle, más pecadores pagando, por fin, por justos.

Lo mejor: Jigsaw. La escena del silo de grano mientras llueven armas. El trampantojo final.

Lo peor: Alguna que otra cosa predecible en la trama paralela.




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