Castle Rock Asylum

Bienvenidos a la locura.

I Antología de Relatos de Terror Castle Rock Asylum

Ya disponible en Lektu.

Colabora

Colabora con nosotros.

lunes, 31 de diciembre de 2018

Crítica El resplandor de Mick Garris



Todos hemos leído, visto u oído, al menos, hablar de El resplandor, una historia creada por el maravilloso y terrorífico Stephen King. Todos tenemos en la mente al pirado de Jack Nicholson con un hacha en la mano persiguiendo a su familia. Pero no hoy no vengo a hablaros de esa adaptación, sino de otra que hicieron años después, dirigida por Mick Garris e interpretada por Rebeca de Mornay y Steven Weber. Se trata de una miniserie de cuatro horas de duración que fue estrenada en el año 1997.

Jack Torrance es un escritor alcohólico (o ex alcohólico, pues lleva seis meses sin beber) que se va con su mujer Wendy, y su hijo, Danny, al Overlook, un hotel en las montañas. Tienen que permanecer allí todo el invierno y mantener la caldera a punto, ya que los inquilinos no llegan hasta la temporada de verano. La familia estará allí incomunicada y aislada, pues las fuertes nevadas harán imposible que nadie salga ni entre al Overlook. Danny es un niño que posee "el resplandor", por lo que los fantasmas del lugar lo acosarán, e intentarán que Jack mate a su familia.


La verdad es que resulta aterradora en varias ocasiones y por distintos motivos. Está el terror humano, el mismo que tenía King cuando escribió la historia: el miedo a que Jack Torrance volviese a beber e hiciese daño a su familia. Luego está el terror más físico, que es el que pasamos, por ejemplo, cuando las figuras de arbusto se acercan a Danny, o cuando algún fantasma lo ataca. También sentimos el miedo de Wendy, que tratará de proteger a su hijo de la locura de su padre.

"Si todos los hoteles tenían un fantasma, el "Overlook" tenía todo un aquelarre de ellos".

La ambientación es alucinante. De hecho, está rodado en el mismo hotel en el que se alojó King para escribir la novela homónima, el hotel Stanley. Es tan grande, tan terrorífico, tan lleno de macabras historias... que me encantaría aceptar el trabajo de Jack Torrance  y perderme entre sus pasillos durante unos cuantos meses.

A pesar de durar casi cuatro horas, se pasa en un suspiro. Es una adaptación muy fiel a la novela (más que la película protagonizada por Jack Nicholson a la que, por ejemplo, le cambiaron totalmente el final) y refleja muy bien todo lo que el autor pretendía al escribirla.

Un ejemplo más de que el equipo Garris/King funciona a la perfección.

Lo mejor: los arbustos. El personaje de Hallorann. El Overlook. El cameo de Steve.

Lo peor: el niño, a veces me daba repelús.





sábado, 22 de diciembre de 2018

La Sala Común: Into The Dark-Pooka




Para un servidor, Into The Dark no empezó para nada bien. Ni The Body ni Flesh and Blood me funcionaron para presentar esta propuesta de terror antológica que esperaba que fuese la sucesora espiritual de Masters of Horror o Terror en Estado Puro... Por suerte, y como bien dice el dicho, a la tercera va la vencida.

Con Pooka, Into the Dark por fin muestra el potencial de realizar largometrajes televisivos amparados por la mismísima Blumhouse.

En su premisa la historia de Pooka puede sonar a simple, pero nada más empezar el visionado de la propuesta, uno ya empieza a sospechar que esto es mucho más de lo que se ve a simple vista. Por lo tanto, no escribiré mucho más acerca de este punto para no fastidiar la experiencia.




Por fin se aprovecha de verdad la festividad que da a pie al episodio. La Navidad en Pooka es más que un adorno argumental. Pues uno puede llegar a ver en perspectiva esta historia como una perturbadora revisión de Cuento de Navidad (no por nada, se hace referencia directa a la obra de Dickens en la primera parte del episodio).

También hay por fin una puesta en escena con verdadera personalidad. Ojo, porque la iluminación del episodio tiene más relevancia de lo que uno puede llegar a pensar en un inicio.

Tras las cámaras también se nota la mano de un buen cineasta. Nuestro paisano, Nacho Vigalondo, coge bien las riendas de un relato que, aunque no es de su autoria (el libreto lo firma Gerald Olson), sí muestra bastantes elementos habituales en la filmografía de Vigalondo.



Pooka está lleno de simbolismos y dobles lecturas. Empezando por el propio personaje que da título al capítulo. Directamente sacado del folklore celta y que en esta historia también posee esa particular dualidad. Por supuesto, el simbolismo del personaje va más allá de ser un remedo de Furby (fijaos en lo particular que es ese rostro) y de ir personificando el descenso a los infiernos del personaje de Nyasha Hatendi.

Pooka es un estupendo relato de suspense y terror psicológico navideño que, por supuesto, pide un mínimo de interés del espectador para descubrirse como se debe. Y supone, lo que espero que sea, la primera gran muestra de lo que Into The Dark puede ser.




Lo Mejor: Todos los simbolismos y dobles lecturas.

Lo Peor: Que Vigalondo no haya tocado el guión para ver si sorprendía aún más.



miércoles, 19 de diciembre de 2018

La sala común: Buffy, cazavampiros, T.7



(Contiene spoilers)

Bueno, hasta aquí hemos llegado. Aunque tenía mis reticencias cuando empecé a ver esta serie, poco a poco se fue ganando mi corazoncito y, pese a que la sexta temporada será siempre mi favorita (no olvidemos ese capítulo musical, el mejor de la historia), esta séptima y última me ha gustado, aunque me ha dejado un terrible y doloroso sabor agridulce.

Me voy a centrar en las cosas que más me han dolido y voy a empezar por la que más indignación me ha causado: la muerte de Anya. Vamos a ver, la chica (el mejor personaje de la serie, sin duda) muere por salvar al tontopollas que intentó matar a Buffy... ¿y nadie la llora? ¿Ni siquiera Xander, que se iba a casar con ella? ¡Es que no puedo con la rabia! En fin, que como veis, sigo enfadada, me parece que, al final, se le dio un trato pésimo a este personaje.

Yo sí te quiero, Anya, y siempre te recordaré.

Por otro lado, me dio mucha rabia el fin de relación de Buffy/Spike, sobre todo por lo tonta y egoísta que fue ella hasta el final. No le dice que lo quiere hasta que se va a morir, y el pobre lo hace por salvarlos a todos y, además, sabiendo que le ha mentido. Asquerosa, que eres una asquerosa. Y no solamente lo fue con él, sino con todos sus amigos, en especial con Xander, que hasta pierde un ojo por sus tonterías de niña pija.

"- Te quiero.
- No, no lo haces. Pero gracias por decírmelo"

Si hay algo que me gustó, fue el fin de Sunnydale. Gracias a mi querido (aunque tardío amor) Spike, la boca del infierno queda reducida a un agujero negro en mitad de la nada, llevándose a las mismísimas entrañas de la tierra a todos sus habitantes y también a sus monstruos.

Como ya os había avisado al principio, y como habéis comprobado al leerme, se me quedó una sensación de amor/odio con esta temporada, aunque tengo que reconocer que he disfrutado mucho, muchísimo de la serie, y de algunos de sus personajes.

Muy pronto os traeré mis opiniones sobre su spin-off, Angel.

Lo mejor: Anya.

Lo peor: su injusta, tonta e ignorada muerte.





martes, 18 de diciembre de 2018

Crítica Solo Secuencias de El Chico Morera




Ya hace unos cuantos años que sigo la carrera como crítico de cine del conocido como Chico Morera por la red. Sé que a parte de opinar sobre el cine también aporta sus propias historias al medio. Y ya tiene en su haber unos cuantos cortometrajes y hasta largos que, por desgracia, aún no he podido ver salvo sus trailers. Por suerte, por fin he podido disfrutar de uno de sus trabajos al hacer él mismo un llamamiento público por las redes sociales para visionar su Solo Secuencias y opinar en los blogs y diferentes lugares de la red. En el caso de vuestro manicomio preferido, seré yo el que de mi opinión sobre este curioso proyecto.

Lo cierto es que visioné Solo Secuencias sin tener la menor idea de que este proyecto lleva gestándose un buen tiempo. De hecho, varios cortos que se ven en la propuesta ya fueron presentados y hasta se pueden ver por YouTube. En realidad, el proyecto se concibió en un inicio como una web-serie, pero finalmente se decidió tirar por el formato largometraje. Sea como sea, el concepto sigue siendo el mismo: La improvisación.




Un narrador (Sergi Carles) se encarga de dejarnos bien claro que gran parte de Solo Secuencias es la improvisación por parte de los actores que se presentan en pantalla. Algo que puede salir muy bien (recordemos Thor: Ragnarok) o que puede lastrar bastante al conjunto. Considero que en Solo Secuencias esto acaba cayendo en lo segundo la mayor parte del tiempo. Por supuesto que no es una tarea sencilla trabajar sin guión, y no les voy a quitar demasiado mérito a los actores. Pero es cierto que la mayoría se notan bastante cohibidos y sin saber bien hacia donde dirigir sus personajes sin la ayuda del libreto. Comprendo el interés de querer sacar diálogos naturales de esta forma, pero en la mayor parte de las ocasiones solo sirve para que el diálogo parezca que no va a ninguna parte.

La película juega bastante con el espectador a la hora de mostrar las historias. Pues como dice el título (y reitera el narrador) esto son Solo Secuencias que no tienen por qué estar conectadas. Pero a medida que transcurre el metraje se dan los suficientes detalles como para ir hilando una misma trama donde cohabitan estas historias con cierto toque sobrenatural que seguro que entusiasma a cualquier internillo del lugar.

Solo Secuencias tiene mucho de experimento cinematográfico. Por lo tanto, es muy probable que  un servidor ande errado en su opinión sobre estas decisiones narrativas. Por supuesto, aplaudo que el Chico Morera ofrezca una propuesta diferente en sus formas con estos segmentos que ya de por sí ofrecen unas historias que dejan poso en el espectador.





Lo Mejor: El transfondo sobrenatural de los segmentos.

Lo Peor: La improvisación no funciona en la mayoría de las ocasiones.



viernes, 14 de diciembre de 2018

Crónica de un suicidio por emparedamiento, por Cecilio Gamaza Hinojo

EH Photography

Absurdo el título, ¿verdad? Escribiendo fui siempre mediocre, pero para los títulos patéticos tenía un don. Este tiene su explicación, porqué básicamente es eso de lo que habla, y además basado en un hecho real, como ya habrás o habréis descubierto.
Se le buscará otra oscura explicación, pero háganme caso, es suicidio, por muy extravagante que parezca.
Para hacer esto solo me hizo falta tener conocimientos básicos de construcción, y de eso sabía algo. Antes de nada, para que no quede duda explicaré un poco el proceso. Compré el material suficiente para construir una pared como la que habéis encontrado, me aseguré que no me faltará de nada, hubiese sido frustrante y hasta ridículo haber dejado el trabajo a medias. Coloqué el mortero y los bloques a este lado. Cogí papel y bolígrafo de sobra, varias linternas y bastantes pilas, para no quedarme a oscuras. Dudé en si debía coger agua, hay tres formas de morir emparedado, por asfixia, por hambre y por sed. La primera no entraba en mis planes, si quiero escribir sobre mi muerte, la asfixia acortaría demasiado los plazos. Mi duda era si mantenerme hidratado o no.


Hace un momento he colocado el último ladrillo tapando con mortero la ranura que queda en el techo y he quedado totalmente emparedado.
Siempre me gustó la soledad, pero ahora la siento de otra manera. Aún puedo golpear las últimas hileras que no han fraguado, pero estoy totalmente convencido. Coloqué unos cuantos ladrillos formando un banco sobre la pared de enfrente y ahí me he sentado. Por los pequeños orificios que he dejado de vez en cuando para que entre aire, se cuela una leve claridad. He apagado la linterna y agujas de luz han atravesado la oscuridad desde los agujeros hasta la pared donde me apoyo. Me he arrepentido de no dejar las persianas de la casa cerradas.
He vuelto a encender la linterna y las agujas  volvieron a convertirse en pequeñas manchas. La he vuelto a apagar y a encender. Es divertido.
Miré las libretas, reuní varias, sabía que no las gastaría todas, pero es mejor que sobren a quedarme sin papel. Cogí la primera y empecé a escribir. Y aquí estoy, haciendo una crónica de mi muerte. A partir de ahora iré contando a modo de diario el proceso.

I
No sé cuanto tiempo llevo, decidí no traer reloj, pero he tocado el mortero y está seco, así que supongo que han pasado varias horas, ya no hay marcha atrás. No he podido evitar la tentación de mirar por uno de los orificios. Se ve el salón. Entra luz desde el ventanal, por el tono creo que pronto será de noche.
Tenía mucha sed, pero solo he bebido un pequeño trago, tengo una botella, y tendré que racionarla. Algo de lo que me he arrepentido es de no haber traído, al menos, un cojín; estoy muy incómodo. Mucho.
De momento tengo que tener paciencia, tardará tiempo en llegar el final, mi final.

II
Me he quedado dormido, es de noche, pero la oscuridad no es total, por el ventanal entra claridad y se cuela dentro con discreción.
No puedo evitar imaginarme el exterior. El cielo despejado con luna llena, o casi llena. La noche templada. Las hojas de los árboles, apenas mecidas por una brisa inapreciable. ¿Habrá personas fuera? Seguro que alguna. ¿El vecino de enfrente paseando con su pastor alemán? ¿La hija del farmacéutico llegando de estudiar? ¿El dueño del bar “La barca” que suele cerrar temprano? ¿Me echará alguien de menos? Seguro que no.
Tengo miedo, no sé porqué ni de qué, pero lo tengo. Me he despertado intranquilo. Siempre he sido un cobarde. Es más, mi cobardía es la que me ha llevado hasta aquí, a la soledad más extrema, aquí nadie me juzga.
Tengo sed y hambre.
No he contado ciertas cosas que probablemente os preguntéis. Vivo solo en un unifamiliar, nadie me echará de menos en algún tiempo. Llegado el momento, espero que el suficiente, terminarán viniendo a mi casa a buscarme. Al entrar en mi salón encontrarán en la pared del otro lado, escrito con letras grandes, “Estoy ahí dentro”, con una flecha señalando hacia aquí. Sé que resulta todo muy extravagante; es mi intención.
Llevo toda la vida pasando desaparecido, mi muerte no será igual.
Tengo hambre. He dado otro trago al agua, quizá demasiado grande, y sigo con sed.

III
He vuelto a quedarme dormido. Al despertar he notado algo que no me cuadra, no conté los agujeros que dejé en la pared, pero juraría que falta uno. Hay siete. He examinado la pared y he descubierto algo extraño. Había un hueco, un supuesto orificio de los que dejé, que parece que estuviera tapado desde fuera, alumbré, pero no conseguía ver qué podía ser. Le introduje un bolígrafo, me costó un poco, pero lo que sea cayó al otro lado. Eran ocho.
¿Qué demonios era eso? ¿Y cómo ha llegado allí?
Me quedé un rato quieto, mirando por el agujero. No podía haber nadie en la casa, solo mi hermana tiene llave, y vive fuera. Confío en que venga cuando haya pasado demasiado tiempo sin saber de mí.
Lo mismo es algún insecto.
Nunca he tenido tanta hambre, en teoría llevo unas veinticuatro horas sin comer.
He bebido agua, demasiada otra vez.
Qué despacio pasa el tiempo. Echo de menos mi reloj.

IV
Hay seis agujas, no puede ser.
Me he quedado dormido tumbado en el suelo, la linterna estaba apagada, y he visto seis agujas, seis. Cogí la linterna y comprobé que no funcionaba. Encendí otra. Las agujas volvieron a desaparecer. Me acerqué a la pared para buscar los orificios. Cogí el bolígrafo y empujé otra vez lo que sea que los tapaba.
¿Qué era?
No entraba en mis planes de suicidio pasar miedo.
Juraría que una de las manchas de luz ha parpadeado.
Será uno de los incestos que los taponan. Pero ¿qué incestos? las persianas las he dejado medio levantadas, pero los cristales están cerrados. Habrán entrado por cualquier ranura.
Es difícil de explicar lo que siento, me comería una de las libretas. He oído hablar de lo que una persona puede llegar a hacer por hambre y ahora mismo no me sorprendería nada que termine comiéndomelas. Menos mal que compré de sobra, porque no creo que tarde en comerme un sándwich de celulosa.
Otra vez he bebido demasiada agua, queda menos de la mitad, apenas un tercio. Soy pésimo con el racionamiento.
Cuando terminé el muro me sentí muy solo, pero ahora mismo tengo la sensación de que no es así, si no estuviera encerrado a cal y canto, buena expresión, en cinco metros cuadrados, juraría que alguien me observa, casi siento una presencia.
Ha parpadeando otra mancha de luz.
Me estoy sugestionando.


V

Tengo mucha hambre, mucha, y mucha sed. Demasiada.
Hace un momento cogí la botella, me temblaban las manos. ¿Porqué no habré traído más? y pensar que al otro lado de esta maldita pared tengo toda la que quiero.
Ya no me queda ni una gota. Por unos segundos me sentí saciado, satisfecho, pero duró eso, unos segundos. Abrí una de las libretas y no puede aguantar. Tiene un sabor curioso. He ido masticando trozos de papel, despacio, ablandándolos con saliva, la poca que tenía, ahora la sed es insoportable, sigo con la misma hambre y me duele el estomago. No puedo ser más idiota.
Al meterme el primer trozo de papel me acordé de que no era la primera vez. En el colegio tuve que tragarme un buen trozo. Llevaba tiempo enamorado de una compañera de clase, (qué inocente era), y un día me decidí a entregarle un nota con un corazón y nuestras iniciales. Estaba en el recreo escribiéndolo en un escalón, cuando me vieron mis compañeros. Enseguida hicieron un coro a mi alrededor, cogieron el papel y se lo fueron pasando de uno a otro riendo. Me moría de la vergüenza, comenzaron a burlarse gritando mi nombre y el de ella. Les pedí que me lo devolvieran, pero después de dos collejas de “El Gordo” acabé tragándomelo, entre vítores, risas y abucheo.
Estoy llorando. De verdad que no puedo ser más idiota.

VI


Estoy asustado, pegado contra la pared y con todas las linternas encendidas. He eliminado cualquier rincón de sombra. Hace unas horas volví a despertar, me había quedado dormido, creo que poco tiempo. Cuando desperté estaba completamente a oscuras. Al principio supuse que sería de noche y que la otra linterna también había fallado, pero la busqué y encendió. Me acerqué a la pared y encontré los orificios. Estaban tapados. Todos. Volví a abrirlos
Puse las linternas de forma que los agujeros perdieron el protagonismo y eso me tranquilizó un poco. Cuando los abrí no dejaban de parpadear de un lado a otro, como si alguien… o algo se dedicara a recorrer el muro por el otro lado una y otra vez. Me asomé por uno de ellos. ¿Hola? Pregunté. Noté algo, no oí nada, pero… no sé, note algo. Me aparté y vi que habían dejado de parpadear. ¡Hola! ¿Quién eres? De nuevo volvieron a parpadear, pero esta vez más rápido, cada vez más rápido. El corazón me latía con fuerza. Desesperado encendí todas las linternas.
Ahora, algo más calmado me pregunto porqué me importa lo que haya fuera, y sobre todo porqué tengo miedo si me he encerrado aquí para dejarme morir. ¿Qué me importa todo, si pronto no tendré ni seré nada?

VII


He vuelto a comer de la libreta, me ha costado mucho tragar, casi me asfixio; no consigo empapar y ablandar lo suficiente. Mientras mascaba pensé que además de los bolígrafos podría haber traído unas ceras, al menos engañaría a la vista. No se me ha dado mal dibujar. Dibujaría una hamburguesa, grande, con queso saliéndole derretido  por los bordes, y lechuga y tomate. Y patatas, dibujaría una hoja enteras llena de patatas, ¿y porqué no? dibujaría una jarra de cerveza… cerveza, que me gusta.
Tengo mareos. Me he levantado del asiento de ladrillos y casi me caigo. Me cuesta tenerme en pie.
¿Qué tiempo llevo aquí? ¿Cuánto me quedará?
No puedo dormir, me duele todo. Ahora mismo escribo tumbado en el suelo. He decidido apagar casi todas las luces, he dejado solo una, y los agujeros han vuelto a parpadear, despacio… despacio.
Me duele todo.

VIII


Me he quedado dormido. Por fin. Y he tenido un sueño raro. Mi compañero de clase, El Gordo, el que me dio los golpes y me aconsejó comerme el corazón con las tres letras, estaba en mi casa. Se comía una hamburguesa con una cerveza al otro lado del muro, paseaba pegado a la pared, de un lado a otro. Miraba de vez en cuando por los agujeros y se reía. Con esa inmediatez que solo existe en los sueños, le salieron alas en la espalda, de pronto se convirtió en un insecto. Aparecieron más, muchos, revoloteando por la habitación. Todos tenían la misma cara redonda y antipática, la misma sonrisa grotesca. Uno de ellos se asomó al agujero. Cuando desperté habían varios orificios tapados. Los he dejado así. Quizá lo mejor sea que los tape yo mismo. Todos. Y que el hijo de puta del Gordo-insecto se joda. Perdón por esas palabras, pero es que…
Quería quitarme la vida emparedándome, contando el proceso. Quería irme dejando algo escrito que se leyera con suficiente interés. Quería conseguir en mi muerte lo que no fui capaz en la vida. Pensaba hacer una descripción de esta tumba, que la convirtiera en un lugar claustrofóbico, con metáforas geniales. Pensaba ir escribiendo paso a paso mi deterioro físico y mental. Quería, pensaba, y lo único que he conseguido es desvariar con unos insectos y un niño de diez años que ahora tiene más de cuarenta.
No valgo para esto.
Creo que voy a comer sopa de letras… No sería la primera vez.
Me comería mis propias palabras, literalmente.
Ja ja ja.

IX


He estado dudando, no he podido evitarlo. Podría no contarlo, pero que triste de mí, si ni en este momento fuese sincero. Me he arrepentido. He cogido la paleta con la que he hecho el muro, me he acercado y he intentado raspar con ella el mortero para salir de aquí. Lo único que he conseguido es hacer una pequeña marca. Al volverme me he caído. Me he clavado un trozo de ladrillo en la palma de la mano, y he sangrado. Miré ese líquido espeso y oscuro. La sensación de sed se intensificó.
La sangre tiene un sabor extraño. Siempre me dio asco cuando veía a mis amigos chuparse alguna herida. Yo nunca fui capaz de hacerlo. Ha sido un sabor nuevo para mí.


Ha dejado de sangrar. Es una herida grande, seguro que me hubiese dejado una buena cicatriz.

X
Me ha dado un ataque de nervios, de pánico más bien. No sé de donde he sacado las fuerzas, pero me levanté, cogí uno de los ladrillos y me puse a dar golpes al muro, y a gritar.
¡Ayuda! ¡Socorro!
¡¿Hay alguien?! ¡¿Quién eres?!
¡Sé que estás ahí! ¡Sácame de aquí!
¡Por favor!
He gritado con todas mis fuerzas, y he derramado todas las lágrimas que me quedaban.

XI
Las manchas siguen parpadeando. Estará esperando a que me muera.
Con los golpes la sangre ha vuelto a brotar; ya no me da asco.
No sé como describir el hambre y la sed que tengo. Si los ladrillos pudieran masticarse me los comería. He lamido uno.
Me cuesta moverme. Me cuesta respirar.
Me queda poco.

XII
SÍ QUE TE QUEDA POCO, TE ESTÁS MURIENDO, PERO NO DEJARÉ QUE TE VAYAS SIN QUE CUENTES LA VERDAD. JA JA JA. POBRE DESGRACIADO. CUENTA POR QUÉ ESTÁS AQUÍ.
¡Yo no he escrito esto!
No estoy solo. Hay alguien aquí dentro, está en una esquina. Me mira y sonríe, lo sé, no puedo verlo bien, pero lo noto.
No me atrevo a alumbrar con la linterna. Tengo miedo, no deja de mirarme.
Yo no he escrito eso. Cogí la libreta y ahí estaba. Además no es mi letra… y no estoy loco. Ha sido él, seguro.


Tengo sed. Mucha.
He abierto la herida un poco. Ha brillado un pequeño punto oscuro.

XIII
TIC TAC
TIC… TAC
TIC… … TAC
TIC … … …
CUÉNTALO. NO SEAS COBARDE.


No necesito que me recuerde que se me acaba el tiempo.


Echo de menos mi reloj.
Se cerca. Ahora está detrás de mí. Noto su aliento en mi nuca, oigo su respiración. Estará leyendo lo que escribo… ¡VETE AL INFIERNO! ¡VUELVE!

XIV
TUS DESEOS SON ÓRDENES, PERO TÚ VIENES CONMIGO, JA JA JA.
CUENTA LA VERDAD, CUÉNTALA. CUÉNTALA.


¡Déjame!
Ya no puedo más.
Me he arrastrado un poco hacia donde están los restos de ladrillos partidos y he cogido un trozo con un filo que corta como un cuchillo. Ahora que sé a que sabe la sangre, y que el hambre y la sed me están matando…
Escuece, duele.
Los cinco metros parece que han encogido. La libreta, el bolígrafo, la luz de la linterna, el trozo de ladrillo manchado, y yo. Y él.
Hace tiempo que no veo las agujas.


Perdonad por las manchas, espero que no tapen alguna frase, pero no me da tiempo a tragar toda la sangre. Creo que me he hecho el corte demasiado profundo; la muñeca me duele mucho.
Me gusta, está caliente y espesa. Sabe a… no sé describir a que sabe, pero me gusta. Tengo sed.
Han aparecido los agujeros de nuevo, los ocho. Y el Gordo y los demás, están comiendo trozos de papel; ya no se ríen de mí. Y mi vecino de enfrente con su pastor alemán, mirándome sin esa cara de desprecio. Y la hija del farmacéutico, sonriéndome. Y el dueño del bar “La barca”, me ha saludado. Me echan de menos. Están todos. Todos. Todos me leerán.
Hay mucha gente, pero él también, y no se irá, ha venido a vengarse, lo sé. Sé quién es, es él. Viene a por mí. Creí que lo dejaría al otro lado del muro. Huir de tus propios fantasmas, soy idiota.


Estoy escuchando golpes y voces. El muro está temblando.
Perdonad las manchas,  pero no se para.
No   puedo     m


UY, POR POCO. BUENO COBARDE, TE SALISTE CON LA TUYA. BIENVENIDO.


FIN


Para saber más:Relatos de Charlies27





miércoles, 12 de diciembre de 2018

El terror en la mochila: Castillo de Almodóvar (Córdoba)



El Castillo de Almodóvar fue escenario de la serie de televisión Juego de Tronos, que seleccionó este lugar para rodar parte de su séptima temporada. Ninguna de las cosas que suceden en la trama tienen nada que envidiarle a este sitio, pues en la fortaleza han ocurrido otras muchas.

Según los vecinos, ruidos misteriosos y extrañas apariciones de una mujer vestida de blanco tienen lugar cada año, durante el día 28 de marzo. Es el espectro de la princesa Zaida, quien, según la leyenda, murió en las mazmorras de la fortaleza cuando se refugiaba en ella de la guerra que se libraba contra los almorávides.


Ese día, en el año 1.091, el Alcázar fue asaltado, y su marido, el príncipe Fath Alma'mum, murió en la batalla a manos de los enemigos. En el mismo instante en que él fallecía, ella despertó sobresaltada. Al día siguiente, los almorávides conquistaron el castillo, encerrándola en sus mazmorras, donde murió, según dice la leyenda, de pena por la ausencia de su amado.

Sea o no verdad, que el Castillo de Almodóvar tiene mucha historia sí es muy cierto. Merece la pena hacerle una visita. Fantasma o no, saldremos "encantados". Eso sí, si escucháis algún ruido sospechoso, o algún llanto desconsolado, no digáis que no os avisamos...

¿Os atrevéis a bajar a sus mazmorras?